Me siento cada vez peor resumiendo. No así traduciendo donde creo que soy suficientemente agudo y logro transmitir con buena precisión lo que en la otra lengua se dice. Cuando traduzco me siento fiel, pero cuando resumo me siento ligeramente traidor. Más allá destos dilemas del oficio, continuaré con el resumen por capítulos de El valor de educar.
El cuarto capítulo se titula La disciplina de la libertad, toca varios temas muy interesantes: No se educa sólo para beneficiar al educado, sino para perpetuar de algún modo al educador y más concretamente a la sociedad al tener listos los remplazos capacitados para tomar las riendas cuando les llegue el momento. Lo anterior fue poco cuestionado en el pasado, pero ahora hay una paradoja: el que queramos a individuos independientes y capaces de ejercer su libertad, y para eso los sometamos a una disciplina coactiva en la niñez. Menciona de pasada que desde Platón se quiere educar jugando, aunque bien dice que sólo para jugar los niños se bastan por si solos. Nuevamente la necesidad de una autoridad es discutida y ampliada, y resuelve la paradoja de manera bastante perspicaz: uno aprende a mandarse a sí mismo obedeciendo primero a los demás.
El capítulo cinco lleva por nombre ¿Hacia una humanidad sin humanidades?, y menciona el miedo que causa a muchos intelectuales que se reduzcan horas de enseñanza de las materias de letras y filosofía para incluir otras más técnicas y prácticas. Primer réplica: como si fueran menos humanistas o humanas las matemáticas que el griego. La división de saberes se dio por abarcabilidad y apenas el siglo pasado. Con lo que: no importa tanto qué se enseñe, mientras se enseñe a tener curiosidad y ganas de aprender. Y Lo que limita dicha enseñanza en particular, es principalmente la "pedantería" de muchos de los profesores que como expertos que son no sienten necesidad de comprender las necesidades de los neófito. Desenmascara el mito que quiere que las máquinas sean agentes deshumanizadores. La mentada crisis de las humanidades es cierta, aunque desde otro enfoque: el desprecio por la razón, por la verdad, por el debate; o el respeto por la opinión (como si fuera parte física del que la expresa) son características de dicha crisis. Para combatirla es necesario enseñar a discutir, a refutar y a justificar lo que se piensa, a preguntar, a expresarse con propiedad, etc.
Además de este excelente libro, la semana pasada leí nuevamente del mismo autor Las preguntas de la vida y empecé Apóstatas razonables. Soy archifans. Búsquen su obra, es excelente.
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