Mi amada musa ha estado ocupadísima atendiendo un negocio muy prometedor, un esfuerzo muy complejo y amplio que involucra a empresas, ONGs, universidades, gobierno y estudiantes. Claro, los estudiantes van primero y son con quienes mejor hay que estar, pues se trata del target del target de mi empresarial princesa, es decir de las empresas. Supongo que si ella le cumple a los "chicos", como los llama, todos (o casi todos, que no es lo mismo pero es igual) los participantes saldrán ganando. Eso impulsaría a mi dulce compañera a las estrellas y más allá.
Habrá una gira por una serie de universidades cuyo primer evento es a finales de noviembre, desgraciadamente en esas fechas yo estaré dando un curso en Colombia y regresaré hasta después. Me perderé de éste, que ya se perfila como el primero de una serie de éxitos, y no sin desagrado por tener que viajar y enseñar durante todas las horas agradables de todos los días de la semana, toda una interfaz gráfica de todo un sistema de inventarios. Bah, al menos esta vez será con una audiencia castellano-parlante, o al menos eso espero.
Recuerdo que hace casi un año, Rodrigo me decía que: siendo aquellos que producíamos lo que los dueños del negocio vendían, teníamos bastante poder de argumentación y negociación. Ahora que ya no está ahí, que ya no está tampoco el Óscar, creo que se equivocaba de cabo a rabo. El poder que necesitaban los dueños, ya lo habían obtenido con los millones de ganancias en sus cuentas gracias a lo que mis amigos programaron, nosotros sólo teníamos cierto valor especulativo a futuro, nada despreciable, pero quien está en el poder no se puede permitir el desgaste de tener que convencer a sus empleados o enfrentar cuestionamientos a cada paso de su dirección, por más titubeante, pobre o torpe que esta sea. El trato con un poder de esta clase, no es igual que con personas sin nada en juego, o que si se estuviera debatiendo sobre cuestiones filosóficas o científicas donde importa lo más racional y/o lo más razonable. Con los dueños el trato es diferente, no que no se les pueda cuestionar u objetar, sino que se debe hacer discretamente y en privado, y asumiendo que a fin de cuentas, por más buenos que sean los argumentos, si ellos deciden que algo debe hacerse uno debe de ponerse a hacerlo (incluso si lograr los objetivos de ese modo, es imposible). Yo no inventé el mundo, a mí no me reclamen.
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