29 de agosto de 2010

Sin ruido ni preparación

Llevo aprox una semana sin fumar, y al decir que sin fumar, quiero decir que no le he dado ni siquiera una fumada a un cigarro desde hace una semana. Lo cual definitivamente es de festejarse. Como resultado la tos con la que llevaba cerca de tres meses ya cedió por completo, y me dio catarro, supongo que como mis vías respiratorias y pulmones ya no están siendo sistemáticamente envenenados, algunas bacterias pensaron que serían terreno fértil para cultivar... Espero que ahora sí deje de fumar completamente. Mi ideal en este momento sería poder echarme un cigarrillo dos veces al mes, y no dejarme envolver otra vez para tenerlo como un hábito cotidiano. Sí, me gustaría llegar a eso, a que igual que me echo una cervecita cada mes o mes y medio, me echara un cigarrito ahí muy de vez en cuando. Pero por el momento, para lograr ponerlo en su lugar y luego para poder mantenerlo a raya, voy a necesitar distanciarme y eliminarlo por completo de mis hábitos al menos seis meses.

¿Cómo llegué a esta situación?, fue muy curioso, pero hace unos tres meses y medio, cuando Loana cumplió seis meses, se contagió de gripe, y luego me contagió a mí. Yo suelo curarme rápido, en menos de una semana mis defensas expulsan la infección invasora, y esa vez no fue la excepción, aunque tras la enfermedad se me quedó un residuo en forma de tos, una tos seca que no me dejaba y estaba conmigo desde que me despertaba hasta que me acostaba, y todavía un rato más hasta que lograba conciliar el sueño. Un día me desperté con un dolor de cabeza horrible, tan pero tan fuerte que tuve que ir a comprarme unas pastillas antimigraña. Desde que me desperté hasta que la pastilla hizo efecto, cada acceso de tos me hacía retumbar la cabeza dolorosísimamente. Ese día pensé en lo peor, en que tuviera cancer de pulmón terminal, y yo ahí fumando, provocándolo, fomentándolo, me dije.

Pasó el dolor de cabeza, pero se quedó el miedo, un miedo con su negación, una negación que me decía que no, que obviamente la tos era cosa de la garganta y no de los pulmones, que se me quitaría en menos de una semana... Y a la semana ahí seguía, y ahí seguía también la negación, y con la negación el miedo, miedo de morir en cuando mucho seis meses, miedo de no ver crecer a Loana, miedo de la quimioterapia, miedo de existir sólo como leyenda en la mente de mi beba cuando ella fuera adulta, y no como un recuerdo lindo que sería si yo llegara a vivir lo suficiente. Total que cada vez fui fumando menos. Si antes me echaba tres cigarillos al día ahora ya sólo eran dos, luego uno, luego la mitad de uno, luego dos fumadas de uno, luego un día no fumé, y al siguiente sí, después pasé un par de días sin fumar, y así, hasta que la semana pasada acompañé a mi musa a echarse su cigarrito de la noche, y le di un par de fumadas, y de ahí hasta ahora no he succionado humo de ningún cigarro.

No siento ansias ni ganas, tampoco fue una gran decisión, nunca dije "esta es mi última fumada", sino que hoy volteo hacia mi última fumada y me percato de que ya va una semana... A ver qué tal, espero lograr estar sin fumar las siguientes tres semanas, y cuando llegue a dos meses sin fumar emprenderé la otra tarea que requiere gran parte de mi fuerza de voluntad: bajar de peso. Hoy Loana cumple 10 meses, mi beba hermosa ya casi de un año, la amo.

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