Para llegar temprano a la oficina he tenido que salir de mi casa cuarenta minutos antes de mi hora de entrada. Para eso el primer paso es dormirme más temprano (entre doce de la noche y una de la mañana); el segundo paso, es poner mi despertador para que suene desde sesenta minutos antes de la hora a la que me pienso despertar (o sea, si me voy a despertar a las siete lo pongo a las seis). Cuando suena, le aprieto el botón ese para que vuelva a sonar en 10 minutos, y así, cada vez que suena vuelvo a apretar el botón, hasta que algo en mí ya está lo suficientemente despierto, y lo suficientemente harto de estar apretando el botoncito como para ponerme en posición vertical y empezar las actividades rutinarias matutinas, las cuales debo completar en máximo 20 minutos porque, a partir del momento de salir de casa, como decía, hago 40 minutos hasta el trabajo... Cuando mi horario era a las siete de la mañana hacía tan sólo 25 minutos, pero la gran ciudad se vuelve cada vez más lenta conforme avanza la mañana. Por ejemplo, un día salí tarde, a las ocho y cinco, y tardé una hora y cuarto, en llegar a mi lugar de trabajo, obviamente con la cola entre las patas...
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