6 de marzo de 2011

Defendiendo a Santaclós

De los debates sobre religión que he visto últimamente me surgió una idea: defender el caso de Santa Clos. Sé que mucha gente sensata verá esto como un ejercicio paródico que ridiculiza hasta cierto punto a otros credos, pero habrá también, me temo, quienes lo tomen literalmente y empiecen a creer en el viejo barbón y gordito nórdico repartidor de regalos. Para esta labor voy a usar los argumentos que se usan normalmente para defender a las religiones.

1. Santaclós es real. Es un ser de carne y hueso que de verdad existe, desde siempre, y vive en el polo norte, pasa todo el año haciendo juguetes para los niños que se portarán bien ese año (él, como ser superior sabe de antemano quienes se portarán bien, curiosamente los niños ricos suelen portarse mucho mejor que los niños pobres, y los niños miserables siempre se portan mal). El día de navidad sale en un trineo volador cargado de dones, con magia detiene el tiempo (o se desplaza a la velocidad de la luz) y reparte los regalos de todos los niños del mundo que creen en él, los cuales se despiertan emocionados el 25 y encuentran sus presentes debajo de su arbolito navideño.

Pruebas: los millones de niños que creen en él. Los millones de regalos que se reciben el 25 de diciembre de cada año. El arte que se inspira en él, como películas, trajes, y diversos artículos decorativos.

Hay una versión atenuada del argumento de la veracidad, que se le puede responder a aquel que maliciosamente argumente que en realidad los regalos los dan los papás: Santa existe, pero como el espíritu de comunión y de ilusión de las fiestas navideñas. Está presente en cada uno de nosotros, cuando nuestros actos son buenos para con el prójimo pero sobre todo cuando le damos un regalo a un niño. Santa desde su divino lugar nos impregna con su ser, nos permite sentirlo y constatarlo en cada partícula del universo, en cada manifestación de la naturaleza, en los copos de nieve y el buen ánimo de la gente. Así que tal vez no existe como persona de carne y hueso pero existe, quien sabe como, pero es real...

2. Santaclós es útil. Si no fuera por él y su promesa de regalos, millones de niños que hoy en día se portan bien y no hacen daño ni travesuras dejarían de tener el incentivo y empezarían a ser malvados. Sin él no habría toda esa alegría que hay en diciembre, ni todas esas sonrisas, ni todo ese amor y esa paz. Los niños que creen en Santa son todos buenos y amables. Santa es además inspiración de muchísimos artistas que de otro modo no se habrían sentido motivados a efectuar ninguna obra. Santa es amor. Santa es además una apuesta segura, si crees en él y te portas bien obtendrás regalos. Santa nos invita al perdón de quienes nos ofendieron, de todos modos a ellos no les traerá regalos así que mejor déjalos en sus justas manos. Puedes estudiar a Santa desde el punto de vista histórico y antropológico, con lo que seguramente obtendrás grandes conocimientos. Puedes usar a Santa para escribir un libro moralino y de aventuras mágico-infantiles y ganar dinero. Santa activa la economía, gracias a él millones de personas tienen empleo...

3. Los niños que no creen en Santaclós son unos monstruos. No tienen incentivos a portarse bien y por lo tanto son malvados: matan pajaritos y ratones, y hasta perros y gatos. En las sociedades sin Santa los niños son infelices, apáticos, egoístas y malhoras. Como resultado, son sociedades más beligerantes, más violentas, más destructivas... Las personas que crecen en esos contextos son trastornadas por esa carencia, tienen traumas, se sienten abandonados y furiosos. En la mayoría de los casos la falta de un Santa se convierte en un severo retraso mental, una incapacidad para relacionarse o conversar con su prójimo, etc.

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