Es verdaderamente angustiante la gran ciudad. Debe uno ponerle seguro al coche, ir con la ventana apenas abierta, andar a las vivas en cada semáforo o cruce... Caminar rápido y sin mirar a nadie, respetar distancias de proximidad tácitas y echarse a correr si un extraño transgrede esas mismas distancias. Si a eso le sumamos que estamos prácticamente (gracias a los números que nunca mienten) en guerra civil nacional y que el crimen rampante nos acecha permanentemente, hay buenas razones para que la tranquilidad se vuelva una ilusión utópica y nostalgia del pasado.
Ayer por ejemplo, llamaron a la oficina de mi musa, y después de un rato de estar recabando información con una empleada bocafloja y estúpida, le pidieron hablar con su jefa, que resultó ser mi compañera de vida, y ella preguntó que con quien hablaba, le dieron un nombre x, luego preguntó que de donde hablaban y qué necesitaban, y saz: "pues somos de una organización que seguro conoce, ¿verdad?, somos del cártel de Sinaloa..."
Mi amada colgó inmediatamente, llamó a una patrulla, levantó una denuncia, y todas las valerosas acciones ciudadanas requeridas de una víctima de intento de extorsión telefónica. Obvio, ninguna de esas acciones la tranquilizaron, ni que le explicaran que seguro eran de los que sólo ladran pero no muerden, ya que los tipos de los cárteles de a de veras llegan enseñando la fusca y extorsionan de frente, sin telefónicas amenazas ni telefónicos insultos. Y obvio también, que a mí tampoco me tranquiliza y más bien me asusta que mi musa esté en una posición tan visible en su empresa. Yo como sea soy desarrollador y nunca levanto el teléfono excepto cuando es llamada interna. Soy de algún modo un hombre gris que opera tras bambalinas. Pero mi señora brilla cada vez más, y es hermosa brillando, y le queda, y tiene la personalidad y el arrojo necesarios, aunque por desgracia eso la ponga en la mira de patanes como el que llamó a su trabajo.
En el transcurso de los últimos cinco años, muchos miembros de mi familia natural y política han recibido este tipo de llamadas. Digo, puedo hacer un recuento y tal vez son como cuatro o cinco, pero está claro para mí que cuatro o cinco ya son demasiados. Al final, como dice Naomi Klein, o vives amurallado y resguardado (lo que cuesta harta lana, y te pone del lado de los que buscan perpetuar la situación tal como está), o vives permanentemente preocupado y en riesgo letal (como nosotros los pobres). ¿Y si me llevo a mi familia a vivir entre las murallas de la vieja Europa?, Total tengo nacionalidad italiana... No es una opción realista porque no tengo fondos para mudarme ni para aguantar el tiempo necesario antes de encontrar trabajo.
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