Hace años trabajé en AeroMéxico, en el Centro de Atención a Clientes (así, las tres palabras con mayúscula), como operador telefónico, y las instrucciones para contestar el teléfono eran pronunciar: Nombre de la empresa, nombre del departamento, nombre propio, y luego escuchar, y al mismo tiempo que se solucionaba el problema obtener la mayor cantidad de datos de quien llamara. A continuación un ejemplo:
-AeroMéxico Centro de Atención a Clientes Fulano de Tal le atiende.
-Buenos días Sr. de Tal, quiero saber si ya llegó mi equipaje.
-Claro que sí, ¿con quién tengo el gusto?
-Con Mengano Fulández
-¿Tiene usted su número de reporte, Sr Fulández?
-Sí, es el MX84785
-Muchas gracias --tecleos tecleos tecleos, pausa-- ¿Debe ser enviado a Hegel #95 en la colonia Polanco?
-Así es joven
Comprensión para con el Sr. Fulández, últimas noticias sobre su equipaje, tiempos estimados, y todo lo que pueda ocurrir en una llamada que tenía que terminarse siempre con: Gracias por llamar a AeroMéxico (Nombre de la empresa).
En ese entonces mi trabajo era básicamente ese. Si había quejas o solicitudes especiales había que tomar los datos completos, ingresar la información al sistema y darle seguimiento. Si querían una reservación había que transferirlos al área correspondiente, etc. Lo que me quedó de esa experiencia fue una fobia al teléfono. No me gusta contestarlo, ni en mi casa, ni mucho menos hacer llamadas salientes. Por lo general contesto con seguridad y tono amable, pero lo hago por obligación y me desagrada. Pero cuando contesto no uso la fórmula común mexicana, esa de "¿Buenoooo?", porque tras ir a Argentina y notar el modo de responder de allá ("Hola"), me dí cuenta de que tenía mucho más sentido. ¿Buéno qué?, ¿por qué Bueno?, ¿qué chingaos quería decir eso de Bueno?, así que argentinicé mi modo de contestar el teléfono. Espero nunca tener que ponerme otra vez una diadema para responder llamadas entrantes en un call center. Brrrr.
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