Para el festejo del día de la independencia en su escuela, a Loana (que todavía no cumple dos años) le están enseñando a gritar vivas, de modo que si oye "Viva México", ella responde entusiasmada: "¡Vivaaa!", si le decimos "Viva papá" también responde que viva, y si le decimos "Viva Loana" lo mismo. Eso nos causa gracia hasta cierto punto a mi musa y a mí pues nos da mucha ternura prácticamente todo lo que vemos que nuestra pequeña aprende y empieza a hacer, porque pues ver como se va haciendo humana nuestra fierecilla, y como mientras más humana más ferozmente nos toma la medida y se aprovecha de nosotros, y ver como adquiere habilidades físicas o mejora las que ya tenía, y ver como adquiere el lenguaje, y cómo empieza a interactuar con todos a la redonda, es inmensamente fascinante.
Pero dije que "hasta cierto punto" porque ni mi amada ni yo somos patriotas, ni patrioteros, ni somos amantes de unas fronteras, de un territorio, de unas características étnicas o costumbristas, ni nada por el estilo. Vivimos en México, somos mexicanos, pero en eso no hay ningún mérito, no nos lo ganamos, y si hubiera que ganárselo seguramente ni lo intentaríamos. A lo más que me acerco al patriotismo es cuando pienso que, por mi familia, tendría que luchar por una comunidad mejor en mi entorno inmediato, lo cual seguramente beneficiaría a mis vecinos, y eso es bueno para todos, pero hasta ahí.
Por desgracia, aunque más bien por trabajo, no estaré en el festejo de mi pequeña el día de hoy. Creo que en todas las escuelas en que vaya a estar la adoctrinarán con un patético nacionalismo que, cuando llegue a ser adulta seguramente aprenderá a despreciar. Es decir, si estudia un poquito de historia sabrá quienes organizaron de hecho la independencia, y por qué, y quienes se beneficiaron, y comparará eso con el discurso oficial y sabrá que está destinado a que ella sienta un orgullo sin fundamento, y a que sea parte de la manada, y etcétera.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario