27 de octubre de 2011

Primeros capítulos de The God Delusion

Me gusta mucho la estrategia discursiva de Richard Dawkins (R.D) en The God Delusion, título traducido como El espejismo de Dios, pero que yo traduciría como El delirio de Dios (sí, ese título también en inglés podría interpretarse como el espejismo o delirio sufrido por Dios, pero para quienes conocemos a Richard Dawkins es obvio que habla de el espejismo o delirio que representa Dios para los creyentes).

Me gusta mucho cómo primero R.D define el término "Dios" al que se refiere, que no es la metáfora "Dios = Naturaleza o Universo" usada por muchos científicos y muchos filósofos entre los cuales está Spinoza (aunque deplora que el uso del término "Dios" en esos casos sólo ha generado ambiguedad y que religiosos oportunistas se aprovechen de las palabras de grandes sabios para validar a su Dios); tampoco es el Dios de los Teistas: un ser inteligente que por decirlo de algún modo diseñó todo y prendió el switch, pero que de hecho no interviene para nada el mundo ni en las pequeñeces humanas (aunque hasta cierto punto también se pronuncia contrario a esa idea de Dios); sino que, el Dios al que R.D refuta es ese ser caprichoso y celoso, ese que interviene con "milagros" y castigos, ese que nos vigila y que está dispuesto a mandar a todos los desobedientes a rostizar, ese que está morbosamente interesado por nuestras vidas sexuales, etc. En realidad, no sólo al Dios de la bibila, en su refutación de Dios ataca la idea de un supuesto ser sobrenatural y súper-poderoso que pudiera estar ahí viendo e interviniendo y administrando justicia.

Avanzando más en el libro, habla de quienes son fanáticos: sabedores seguros de que Dios existe; de quienes son ateos: sabedores absolutos de que Dios no existe; de cómo ninguno de esos extremos es sostenible, para presentarnos finalmente a los agnósticos: aquellos que saben que no puede probarse de ningún modo definitivo que Dios no existe, pero tampoco que sí existe, y por lo tanto no se declaran tajantemente de ninguno de los dos bandos.

R.D opina que ser agnóstico está muy bien, ya que si no se tienen pruebas contundentes de la inexistencia divina, no se puede asegurar nada. Sin embargo, dice que el hecho de que no haya evidencia contraria, no quiere decir que las probabilidades de existencia vs inexistencia divinas sean 50/50, del mismo modo que no poder probar que las hadas o los unicornios no existen no quiere decir que haya 50% de probabilidades de que sí existan. De hecho propone una escala, del uno al siete, en donde uno sería el fanático, siete el ateo, y las distintas posiciones intermedias serían grados de credulidad Vs incredulidad que, digamos que a partir del cuatro, son modos de ser agnóstico, y R.D se declara en el nivel 6 y yo con él.

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