1 de octubre de 2011

Comidas de la guerra

Cuando cocino papas, primero las hiervo y luego las pelo, con lo que las cáscaras que se desprenden son delgadísimas y suelo tirarlas a la basura sin remordimientos. Pero hace tiempo, cuando mi abuela paterna todavía vivía, recuerdo que le enseñó a mi mamá un guiso que consistía de cáscaras de papa. No de las ultradelgadas pieles que quito de las papas hervidas, pero de las que se quitan con un cuchillo de papas crudas antes de cocinarlas. Es decir, cáscaras de papa pero con todavía un poquito de carnita, o de papa pues.

Según me contó mi mamá, mi abuela le platicó que ese era un guiso de guerra, de la segunda guerra mundial, en la que si uno encontraba en un basurero cáscaras de papa era casi casi como ganarse la lotería. Algún rico había tirado las cáscaras (obviamente se había comido las papas), y entonces quien las encontraba podía darle de comer esa noche a sus hijos. Otras historias de la segunda guerra mundial que me ha contado mi papá (que nació después, o sea que él a su vez las oyó de alguien más) cuentan de como llegó a haber tal escasez en algunos lugares por ciertos periodos, que se tuvieron que comer a sus mascotas, gatos, perros, caballos, etc. En México no es conocido el guiso de cáscaras de papa, sin embargo he leído que durante la revolución hubo hambruna varias veces en el defe, y lo mismo se comieron a sus perros, y la gente se caía muerta de hambre en la calle.

Todo esto lo narro porque hoy hice espinacas, y les corté el tallo, quedándome solamente con las hojas. Luego vi tal cantidad de tallos que tiré a la basura, que pensé que era un desperdicio, y que probablemente, si estuviéramos en tiempos de guerra, o si hubiera gran escasez de alimentos, guardaría esos tallos para intentar algún guiso condimentado con otras sobras o cosas que se tiran, el cual probablemente en un futuro de mayor abundancia les cocinaría a mis nietos.

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