7 de marzo de 2012

Déjenlos que coman carne (1 de 4)

En facebook, lugar virtual donde se ven todo tipo de cosas curiosas, un amigo compartió una caricatura que compara dos escenas: en la primera, que está arriba, aparece la pregunta "¿por qué así..." y se ven doce montoncitos de grano, tres filas de cuatro montoncitos, con flechitas hacia una vaca, una persona con expresión malvada comiendo carne y otras dos personas muriéndose de hambre; en la segunda escena, abajo, se termina la oración "...cuando puede ser así?, y se ve cada hilera de cuatro montoncitos de cultivo con una flechita hacia el frente, con pan y otros alimentos frente a cada una de tres personas, que están comiendo apasiblemente y visiblemente contentas.


Ahora bien, dos de los vecinos de mi infancia, niños con los que jugaba en la calle, son hijos de un ganadero; y en una ocasión fui a uno de sus ranchos en la sierra norte de puebla. Lo que ahí vi fue que las reces pacen en praderas enormes, beben del agua (no potable) de los riachuelos locales llenos de garrapatas y sanguijuelas, hay uno que otro veterinario checándolas de vez en cuando, y ya. Y no creo que que el rancho que yo vi fuera la excepción. Así que protesté incrédulo de que se alimentara con grano para consumo humano al ganado; e insté a los que promovían el vegetarianismo a ir con algún nutriólogo a informarse.

No tardó en salir un comentario del Óscar en el que alegaba que se usan 10 mil litros de agua por cada kilo de carne de res. Francamente, eso me pareció una exageración porque si una vaca de engorda pesa aprox 600 kilos, y digamos que se puedan sacar 450 kilos de carne de ella, según ese dato una vaca estaría consumiendo cuatro millones y medio de litros en su corta vida. Supongamos que una res viviera tres años, es decir 1095 días, y que bebiera 40 litros de agua al día (en realidad consumen entre 15 y 20), eso nos daría un total de 43800 litros; si lo dividimos entre 450 kilos de carne, nos da un total de 97.333 litros por kilo. Ah, pero no, en el cálculo se toma en cuenta también el agua con que se riegan los alimentos que les dan a las reces de engorda, porque, y acá se generaliza un modelo de crianza de ganado distinto del que yo pude observar cuando niño, sí hay granjas industrializadas en que tienen a las pobres vacas en espacios minúsculos y las alimentan con granos transgénicos y hormonas para que crezcan rápido y puedan "procesarlas" más rápido. Ese modelo de crianza industrial con granos aptos para el consumo de humanos como alimento para las reces yo no lo conocía, y definitivamente no lo apruebo, pero definitivamente no es la norma ni mucho menos. Como sea, me puse a investigar sobre los 10mil litros y encontré un artículo de George Monbiot, en The guardian, publicado el seis de septiembre del 2010, que me pareció súper interesante y que a continuación traduzco en 4 partes.

Estaba equivocado sobre el vegetarianismo. Déjenlos que coman carne -- pero críenla adecuadamente

El caso ético en contra de comer productos animales pareció alguna vez claro. Pero un libro nuevo es un matadero de argumentos huidizos.

Por George Monbiot

Esta no va a ser una columna fácil de escribir. Estoy por redactar 1200 palabras a favor de un libro que empieza atacándome y regresa con frecuencia a ese deporte. Pero me ha persuadido de que estaba equivocado. Más cocretamente, me ha abierto los ojos a algunas complejidades fascinantes en lo que me parecía un caso en blanco y negro.

En The Guardian, en 2002, discutía el marcado crecimiento en la cantidad de ganado en el mundo, y la conexión entre su consumo de grano y la desnutrición humana. Tras revisar los números, concluí que el vegetarianismo "es la única respuesta ética para lo que es arguíblemente el asunto de justicia social más urgente del mundo". Sigo creyendo que el desviar cada vez mayores trozos de tierra cultivable para en lugar de alimentar humanos alimentar ganado es injusto y grotesco. Lo mismo opina el libro que estoy por comentar. Ya no creo que la única respuesta ética sea dejar de comer carne.

En Meat: A Benign Extravagance (La carne: una extravagancia benigna), Simon Fairlie rinde un hermoso homenaje a los vegetarianos para abrir el debate. Entonces somete el caso vegetariano al primer tratamiento que he leído que es tanto objetivo como forense. Su libro es un matadero de declaraciones engañosas y cifras esquivas, en ambos lados del argumento.

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