10 de marzo de 2012

Déjenlos que coman carne (4 de 4)

Procede en seguida a destazar un rebaño de bacas sagradas. Al igual que muchos otros verdes, he repetido sin pensarla la declaración de que se requieren 100 mil litros de agua para producir cada kilogramo de carne de res. Fairlie nos muestra que esa cifra está mal por cerca de tres órdenes de magnitud. Surgió de la suposición absurda de que cada gota de agua que cae en un pastizal desaparece en los animales que pastan ahí, para nunca volver a emerger. Una cantidad ridícula de agua fosil se usa para alimentar bovinos con semillas irrigadas en California, pero esa es una marcada excepción.

De modo similar suposiciones chifladas subyacen a la famosa afirmación de la Organización de Comida y Agricultura (FAO por sus siglas en inglés) de la ONU de que el ganado es responsable del 18% de las emisiones de gases de efecto invernadero del mundo, una porción mayor que la del transporte. Fairlie demuestra que hubo una serie de errores básicos. Se atribuye toda la deforestación que culmina en la crianza de bovinos en el Amazonas al ganado: cuando realmente es impulsada por especulaciones respecto a las tierras y a la tala. Se confunde a emisiones aisladas con contaminación en marcha. Se hace bolas igualmente en sus cuentas de óxido nitroso y metano, confundiendo la producción bruta con la neta. (A la inversa, la organización subestima enormemente el consumo de combustibles fósiles en la agricultura intensiva: su reporte parece haber sido informado con un fuerte sezgo opuesto a la ganadería extensiva.)

En conjunto, Fairlie estima que los animales de granja producen cerca del 10% de las emisiones mundiales: sigue siendo mucho, pero bastante menos que el transporte. También muestra que muchos aceites vegetales tienen una mayor huella ambiental que las grasas animales, y nos recuerda que incluso el cultivo vegetariano necesita matanzas a gran escala o exlusión ecológica de animales: en este caso las plagas. Por otro lado, destaza las afirmaciones hechas por algunos productores de bovinos sobre el carbono del suelo que pueden recuperar.

El sistema de producción de carne que Fairlie promueve difiere abruptamente del que se practica en la actualidad en el mundo rico: baja energía, pocos desperdicios, justo, diverso, a escala pequeña. Pero si pudiéramos adoptarlo, podríamos comer carne, leche y huevos (aunque mucho menos) con una conciencia limpia. Al mantenernos fuera del debate sobre cómo debería manejarse el ganado, aquellos de nosotros que hemos promovido el vegetarianismo hemos permitido que los campeones de la crianza de ganado cruel, destructiva, creadora de hambruna, prevalezcan. Es momento de que le entremos.

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