19 de agosto de 2012

Que crezcan sanos y fuertes

Últimamente he tenido algunos sentimientos encontrados. En algunos momentos visualizo no sin cierta nostalgia imaginaria a Loana y Lucas grandes, como jóvenes adultos, exitosos, contentos, felices, con pareja, etc. Pero en otros momentos no quiero que crezcan, me encantan así chiquitos, me gusta mucho este momento, este ahora, este presente que estamos pasando todos como familia. Me gustaría poder congelar esta alegría de ver que Lucas ya se para y se mantiene en equilibrio por unos segundos, o que Loana ya tiene un dominio del lenguaje bastante avanzado. Digo, sé que cada etapa es hermosa y que puedo seguir disfrutando a mis críos por largo rato todavía, pero también sé hacia donde se dirige todo esto, y es a que en algún punto entre los 18 y los 30 años se vayan de la casa, nos dejen a mi musa y a mí solos; juntos pero solos; o bueno, sin críos pero juntos pero solos.

Digo, justo ahora es un relajo y hay momentos en los que mi amada y yo añoramos ese tiempo en el que no había niños y podíamos levantarnos de la cama a la una de la tarde un domingo, y vestirnos y salir sin mayor trámite. Sí, cuando la carga del cuidado de los pequeños es muy pesada nos acordamos de ese pasado; y casi siempre es pesadísima la pinche carga, pero de modos insospechados, Loana y Lucas trajeron una riqueza nueva a nuestras vidas, y aunque de repente mi compañera y yo volteamos hacia atrás con nostalgia, no ansiamos volver a estar solos.

Yo sé, este blog se llama el infinito perpendicular por algo; sé que esos momentitos que tanto disfrutamos y nos asombran a mi musa y a mí, esos segundos que nos enternecen y nos quitan el aliento y nos alegran, sabiéndolos ver son pequeños infinitos perpendiculares, tal vez en el tiempo no duren mucho, tal vez empiecen prosigan y se acaben, pero mientras pasan el universo se detiene momentáneamente. Es un poco como esa anécdota de la trompeta que narra Belbo al final de El Péndulo de Foucault, él seguía soplando con un hilo imperceptible de aliento la trompeta para estirar al máximo ese momento. Así nosotros cuando vemos a nuestros hijos hacer algo nuevo, o lo que ya saben hacer pero de modos novedosos, o lo que ya hacen siempre y como siempre lo han hecho, no importa, siempre es hermoso, siempre es asombroso, siempre lo disfruto, siempre.

No hay comentarios.: