Atención
Las emociones tienen un aspecto de enfoque de atención. Un patrón de enfoque y atención hace parte de una emoción. Cuando explotamos enojados hacia alguien, clavamos nuestra atención en él. La persona y lo que ha hecho ocupa toda nuestra conciencia. Nuestro enojo hace todo lo demás a un lado; no notamos nada más. Este enfoque de la atención continua, sin embargo, incluso después de que nuestros sentimientos de enojo mueren. Nuestra atención se desliza fácilmente a recuerdos del incidente y las cosas viles que el otro dijo o hizo. Es incluso más importante aquello a lo que no le ponemos antención. Por definición, la atención es selectiva; debe dejar algo afuera. Por ejemplo, nuestro enojo nos hace difícil ver el punto de vista del otro, o ver factores que podrían excusar o mitigar la conducta del otro.
De modo similar, un patrón retroalimentado de enfoque cognitivo hace parcialmente a la depresión. La persona deprimida le pone atención solamente a pensamientos con implicaciones tristes, autodegradantes y desesperadas. No puede atender la evidencia de que es un individuo valioso, una persona con un futuro positivo en un mundo que no es tan maligno. En sus inferencias, se enfoca sólo en las consecuencias que confirman su tristeza: un insulto insignificante implica que todo el mundo lo odia; un pequeño contratiempo implica una catástrofe futura inminente. Sus patrones distorsionados de razonamiento sostienen su estado de ánimo deprimido.
Las emociones enfocan útilmente nuestra atención en cosas, pero al hacerlo hacen que otras cosas sean difíciles de notar. Todas las emociones implican versiones leves de lo que el psicoanálisis llama "mecanismos de defensa". Sin su patrón característico de negación, represión, y racionalización, una emoción no sería la emoción que es. Estos mecanismos de defensa pueden, sin embargo, volverse demasiado fuertes. Las emociones de una persona pueden fallar en responder a evidencia aún más fuertemente opuesta y pueden requerir patrones absurdos de razonamiento para susentarse. Es entonces que las emociones de una persona se vuelven causantes de la desadaptación.
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