Hace poco Diana y yo teníamos el borde de la ventana de la cocina lleno de plantas, nacieron varias fresas, algunos jitomates, había un par de geranios y otras plantas cuyo nombre desconozco. Todas tenían en la base un platito para que no se escurriera el agua. Un día empezaron a volar mosquitas por todo el departamento. Se volvieron en muy corto lapso una plaga insoportable. El insecticida nos mantenía afuera a nosotros y por más bajas que causáramos en el enemigo no lográbamos mantenerlas a raya.
Identificamos la fuente de infección en las plantas. Los platitos debajo de las macetas estaban llenos de retorcidas larvas. Lavar los platitos no iba a ser suficiente y lo sabíamos, así que mudamos nuestra flora a la azotea.
Ahora las plantas en dos ocasiones han estado al borde de la muerte. Irónicamente, cuando estaban en el bordecito de la ventana, yo llegaba todas las noches a revisar su estado y si lo creía necesario las regaba. El domingo (después de un abandono de tres días) subimos a atenderlas y estaban en un penoso y flácido estado las pobres. Ojalá sobrevivan a nuestros descuidados (aunque amorosos) hábitos.
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