¿Porqué aferrarme a publicar diario aunque sea a costa de desvelarme y andar zombi la mayor parte de los días?, ¿Porqué afilar este hábito si ya todo se ha dicho en este medio, y es de alcance tan limitado?, ¿Porqué quero ir dejando una estela de hechos, si al final el tiempo se tragará al hecho que los relaciona entre sí?
Quiero responder la primer pregunta, con el fundamento de las otras dos: me aferro porque la práctica es el único modo de mantener aceitado y mejorar el hábito de la exposición por escrito de las ideas; y porque debido a motivos concretamente monetarios no puedo pasar el tiempo que quisiera con todos mis seres queridos, al menos quiero que tengan modo de saber mis andanzas e ideas.
La segunda pregunta tiene dos partes, por lo tanto al menos dos respuestas. Tal vez ya todo se ha dicho y no haya nada nuevo bajo el sol, tal vez si le busco, incluso esta reflexión es tan antigua como el hábito de redactar, y fue mejor planteada y más contundentemente en el pasado. Eso no quita que si no dejo un rastro de lo que estaba pensando antes de encontrar esas eruditas fuentes, tampoco podré comparar y darme de bofetadas por burdo y paisano. En cuanto al alcance limitado, hay una estadística tristísima con respecto al hábito de lectura en México. De entre la mini-minoría que lee asiduamente, una minoría lo hace en internet, y de esa, otra minoría navega blogs, y de esa, otra minoría maneja temas relacionados con lo que digo y está dispuesta a leer otras opiniones al respecto. Pues bien, no escribo para todo el mundo, sino para esa selectísima minoría, lo mejor de todo es que no hay remordimientos, porque yo tampoco le importo a la mayoría que me ignora.
En cuanto a la tercer pregunta, la estela de escritos que dejo es una referencia temporal para mí, útil en cuanto a tener yo mi historia y saber situarme en un fluir contínuo de argumentos. Y como yo ya no estaré en "la posteridad" no me importa mucho que estos apuntes trasciendan. Sin embargo, creo que los que escribimos hoy, mandamos un apretón de manos hacia el futuro. A veces, como con Savater o Eco, sus apretones también son puentes, a manos tendidas por otros antiguos y sabios pensadores de otros tiempos. Sé que a Aristóteles ya no le importa, pero me encantó su Poética, y me pareció sensata aún para hoy, y me siento contento de haber recibido el apretón de manos de ese tremendo filósofo. Si llegara a hacer algo que yo sienta que vale la pena, me alegrará dejarlo para que en el futuro otros también sientan mi apretón de manos. Lo demás, es puro azar.
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