La semana pasada D trabajó a tal ritmo que acabó agotada. Desarrolló una visión de futuro para el proyecto principal en que estará inmersa el próximo año y medio, con tal detalle, con tan alta calidad y con una extensión tal, que si yo fuera su socio me sentiría seguro de invertir con ella. Como yo ya la conozco y sé de sus increíbles capacidades creativas e intelectuales, no me sorprendió en lo más mínimo, yo ya estaba orgulloso de haberme encontrado con ella desde antes.
En ese lapso no vimos películas, pero terminamos de "traducir sexualmente" la obra Contigo pan y cebolla de Manuel Eduardo de Gorostiza. Eso de "traducir sexualmente" quiere decir que, como la obra es sexista y desprecia tanto el juicio como la razón de las mujeres, la denunciamos intercambiando los papeles masculinos (poderosos y entendidos) con los femeninos (inocentes e irracionales). Lo que ha resultado bastante cómico. Ahora tendríamos que aprendérnos los papeles y montarla, creo que será divertido.
Por lo pronto, me levanto cada mañana y me siento alegre de la presencia de D, ¿hace cuánto fue la última vez que nos enojamos?, no hace mucho pero la sensación de compenetración y entendimiento la hace parecer tan remota. Incluso fuera del tiempo. De nuestro tiempo. Del tiempo en que somos cómplices frente al mundo. Del tiempo infinito, contrario al finito en que nos destruimos. Sueño guajiro: Poder voltear en retrospectiva en unos años, y seguir sintiéndome enamorado y sin ganas de echar pleito, y casi no recordar aquella última vez lejanísima en que nos salimos del infinito de la alegría y la confianza.
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