Mi dulce amada acaba de publicar una serie de cuentos deliciosos. Un experimento de creatividad en conjunto con sus amigos. Un acto que demuestra que con buena voluntad pueden hacerse cosas hermosas en grupo, entrelazando los genios individuales.
En el trabajo estamos conjuntándonos todos para un fin. Un programa que debe quedar mañana, día en que se debe empezar a instalar en los laboratorios de una gran compañía. Hay varios elementos en los que estamos atorados, pero el objetivo está afinado y todos estamos echándole los kilos.
Por lo tanto, no me explico porqué en otros asuntos hay tanta divergencia. Por ejemplo, Rodrigo opina que todos deberíamos que cultivar nuestros alimentos, ir a la raiz del problema de la necesidad básica, y así, por un lado no ser sujetos de coherción por elementos extraños a la comunidad, mientras que al mismo tiempo se simplificarían las vidas de los que así hicieran. La polémica se arma porque la supuesta simplificación no es tal, hackearle a las plantas es igual de complejo que a nuestras máquinas, y si la coherción fuese tan sólo por alimentos seríamos otro tipo de animales. Mis básicos son alimentos, claro, pero también techo, salud, vestido, cultura, compañía/complicidad y uno o varios sentidos para mi vida.
Resolver todas esas necesidades cultivando y almacenando mis alimentos, no resulta tan evidente. Cubriría una necesidad a cambio de muchos esfuerzos, errores, y tiempo que le quitaría a otras necesidades. Para mantener mi techo y poder vestirme, tendría que obtener un excedente para venderlo en el exterior, si todos cultivaran sus alimentos y yo me enfermara, ¿quién me curaría?, ¿habría tiempo para dedicarle a la medicina (carrera que necesita de una dedicación total, y de una infraestructura post-agrícola)?
Y sin embargo, yo creo en una distribución distinta de la carga laboral y de la riqueza, una en la que probablemente, tendría que ir a trabajar en el campo o la planta hidropónica un día a la quincena, otro día a la mina (o la construcción), otro a labores de mantenimiento urbano, otro en alguna sastrería o fábrica de ropa o de artículos de uso diario (en la industria, pues), cuatro días en la o las especialidades que me interesaran, y siete de descanso (o para la convivencia con los seres amados), ¿una utopía?, ¿una distopia?
Nuestro problema no es la falta de capacidad para organizarnos, sino el no saber fijar correctamente las prioridades a las que habría que tender. En el trabajo los objetivos, por más cuestionables que sean, son claros, un producto, un programa, cierta funcionalidad, ¿pero en la vida?
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