21 de abril de 2008

Calor pueblerino y citadino

El sábado, D, algunos familiares suyos y yo, fuimos a un pueblo llamado Buenavista de Cuéllar, en Guerrero. Motivo: le hicieron una fiesta-comida de cumpleaños al papá de la contadora de la famiglia de mi amada. Arribamos como a la una, el sol ardiendo, el calor terrible. Fuimos los primeros en llegar, nos abrieron el salón para entrar a la sombra y esperar el inicio del festejo. El evento era en una ex-bodega industrial que se veía medio vacía a pesar de las veinte mesas que había repartidas, y que, aún con los extractores de aire funcionando a todo lo que daban tenía temperatura de sauna. El pueblo es ganadero y agrícola, y de repente llegaban tufos de estiercol. A las dos y media entraron los mariachis locales, con dos chicas violinistas, todos vestidos con el tradicional traje de gamusa (daba calor de sólo verlos). A las cinco interrumpieron la música ambiental y se disculparon por la tardanza, anunciaron el inmediato inicio de la comida, y sirvieron. Salimos de allá a las siete, y llegamos ya tarde al defe, cansadisimos y apestosos, a dormir.

El domingo el calor se trasladó a la capital, después de cenar sudé como cerdo y decidí abrir todas las ventanas y andar sin camiseta; aún así, mi cabello estaba empapado y grandes gotas resbalaban desde mis sienes. ¿Qué no el verano debía llegar ahí por el 21 de junio, hasta dentro de dos meses? Me preocupan las plantas que tenemos en el depa, antes las regábamos cada dos o tres días, ahora si no las regamos diario se aplastan y entristecen.

1 comentario:

choco Nocturno dijo...

We are so gonna die so horribly!