Cunde el desánimo entre los compañeros programadores. El proyecto se etrega este viernes, debe estar acabado para el jueves y no hay el avance con el cual podríamos asegurarle a los jefes que se entregará todo a tiempo. Hay cansancio, por las horas y horas extras que hemos trabajado. Hay desconcierto, pues hemos especificado tiempos y subido solicitudes por medio de los mandos medios, y nada hemos sabido al respecto, como si no habláramos. Hay hastío, derivado de ya no poder concentrarnos y tener que seguir ahí a lo pendejo sólo para hacer bulto, y que así los jefes no duden de nuestro esfuerzo.
Bien dice el dicho, más vale trote que dure que paso que canse o, no se debe desbocar al caballo si el camino es largo, etc. Pero la empresa no hace caso a la sabiduría popular, nos exprimieron brutalmente las primeras dos semanas, y ahora se extrañan por la merma de productividad en estos días. Todo esto por un mal dimensionamiento, una mala administración, y un deficiente conocimiento -por parte de la gerencia- del estado del proyecto, y su consiguiente falseamiento al ser trasmitido a la dirección.
En resumen, hoy en la junta matutina, a la que asistirá también el preocupado dueño, tendrá que haber forzosamente un regreso a la realidad y un redimensionamiento del proyecto. A veces, decirle que sí a cualquier exigencia del cliente, sin tomar en cuenta las probabilidades reales de cumplirle, puede resultar contraproducente.
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