23 de abril de 2008

Lecturas inagotables

Terminé el Ulysses y se lo presté a Rodrigo. Él anda fascinado con el Portable Joyce y quiere seguir con ese autor. Después de eso, y antes de pasar a los de Historia de la Belleza e Historia de la Fealdad de Umberto Eco, volví a El valor de elegir, de Savater, del cual estoy por terminar mi tercer lectura.

Se pensará que releo para aprenderme los argumentos filosóficos, y en parte es así, para poder discutirlos interna y externamente debo tenerlos frescos en la memoria, pero además, a diferencia de quienes una vez que leen un libro no lo vuelven a tocar porque dicen saber ya su contenido. Yo descubro siempre cosas "nuevas". Párrafos enteros se me aparecen como si en la lectura anterior me los hubiera saltado, otros, al releerlos les encuentro algún significado distinto y novedoso desde mi recién adquirida experiencia. Primera conclusión: para mí los libros son inagotables.

También sucede que cuando no suelto un libro, es decir cuando lo retomo sin pausas inmediatamente después de terminarlo, llega a saturarme y no saco casi nada más que aquello para lo que estaba preparado. Me sucedió así cuando leí como diez veces el capítulo de On cognitive Capacity en On Language de Chomsky. Seguramente en unos meses será iluminadorsísimo, ya que he dejado reposar ese conocimiento y me he enriquecido literariamente por otros frentes. Segunda conclusión: si dejo fermentar lo leído, posteriormente, al retomarlo se asienta mejor.

Con mi amada, llegamos al capítulo 100 de El péndulo de Foucault. En la oficina ya llegué al 56 de Rayuela. Ayer a la hora de la comida empecé uno que me regalaron mis papás después de un viaje al gavacho, el cual presenta: listas de personajes; resúmenes en una oración de cada acto y escena; sinopsis de la trama escena-a-escena; análisis de los personajes principales; Temas clave, símbolos, motivos, y citas; de todas y cada una de las treintayocho obras de Shakespeare. No se trata de sustituir su lectura, sino de elegir el órden para leerlas todas después. Tercera conclusión: amo la lectura.

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