Me faltan treinta páginas para terminar el Ulisses. No hablaré mucho de este libro todavía porque amerita unas cuantas lecturas más para empezar a entender una fracción. Lo que sí entendí es que no tiene un desenlace, y que cuenta las peripecias y aventuras de dos personajes: Stephen Dedalus y Leopold Bloom (aunque principalmente del segundo); durante el 16 de junio de 1904, en Dublín. Usa estilos muy diversos y complejos, con reglas del juego para cada capítulo.
El último capítulo es un monólogo de Molly Bloom, la esposa infiel, indignada porque cree que Lepold le puso el cuerno (ya que éste llegó en la madrugada oliendo a alcohol y se durmió a pierna suelta). El texto no tiene signos de puntuación, esto es, no hay comas ni puntos, ni apóstrofos, ni nada que muestre la división entre las ideas. Sin embargo se entiende todo sin demasiada ambiguedad. Me parece que es un modo de Joyce para imitar el incesante monólogo interior con el que racionalizamos nuestro estar en el mundo.
D y yo no hemos avanzado mucho en la lectura conjunta del Péndulo, con esta carga laboral no hay forma, y en mi n lectura de Rayuela ya voy en el capítulo 50. Después del Joyce (mientras fermento lo leído) empezaré los dos últimos de Umberto Eco: Historia de la belleza e Historia de la fealdad. También tengo ganas de volver a leer La difinición del arte, también de Eco.
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