El cuatro de abril del 2009, tras la conclusión de la introducción de Parecon, empezará una larga serie con la traducción de la primera parte dese mismo libro. Fui recortando por trozos de cuatro a seis párrafos el escrito de Michael Albert y pegándolos aquí en el blog, en inglés, en las fechas que les corresponderá salir, y totalizaron 48 fragmentos, el último de los cuales tendría que ver la luz el 1 de junio de 2010 (si la humanidad e internet para entonces siguen existiendo). La idea es tomármelo con calma, puedo ir traduciendo poco a poco, trozo por trozo, párrafo por párrafo... (¿qué afán por meter bromas políticas choteadas?).
Tengo casi cuatro meses para empezar con la tarea, y creo que daré inicio a la obra traductora hasta haber verificado perfectamente la de Die Gedanken Sind Frei que está prácticamente lista, y tal vez hasta después de haber programado también el manifiesto punto-comunista como serie del blog. Pero ya tengo la ruta trazada y me emociona la distancia a que llega este vector temporal.
Mi compañera se fue a una junta cerca de las seis de la tarde, a las doce de la noche me empecé a preocupar, y más porque no contestaba mis llamadas. A la una y media de la mañana ya había entrado en su computadora, visto donde era la cita, llamado al restaurant, y estaba en pleno pleito telefónico con el gerente del lugar para que me diera datos precisos cuando sonó el tono de llamada entrante en el auricular. Creí que sería alguno desos patéticos agentes bancarios pidiendo llamar con una desconocida, y por lo tanto pensé por un segundo en no soltar la presa y no colgar con el incooperante gerente. Pero mi intuición masculina me hizo colgar y tomar la otra llamada, en donde sonó la voz de mi amada ligeramente apenada. ¿Qué pasó?, nada.
Pero cómo lo padecí. Después de un rato sin lograr el acceso a su máquina por desconocer la contraseña, mi natural fatalismo me imaginaba yendo a la mañana siguiente tras una noche en vela a su oficina, a preguntar y conseguir información. Pero ya está aquí, acabo de oir el cerrojo de la puerta, la recibiré a besos.
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