1 de enero de 2009

¿Habrá vida en 2009?

Es un divertido azar que el primer post deste año sea uno de la categoría "vida", el año pasado fue de "estrategia" y logré mi cometido de publicar diario, aunque no el otro: de vaciar todos mis gastos a formato electrónico y construir la superaplicación salvamundos. Probablemente este año se trate de la confirmación de que el blog es parte de mi vida, o de mi cotidianidad; tal vez sea que voy a vivir más intensamente (aunque hoy me parezca increíble) tantas cosas que al contrario, el blog se separe un poco de mi vida. ¿Qué depara el 2009?, ¿Lograré nuevamente la proeza de salir todos los días? ¿Acumularé más de quince días de adelanto? ¿Me tomaré unas vacaciones? (Eso definitivamente, pero del trabajo y a partir de hoy mismo y hasta el doce).

Es curioso que a mediados de diciembre pasado me asaltara más seguido el pensamiento de sufrir un accidente y morir antes de concluir los escritos de mi año. ¿Y si la meta fuera de una década completa con publicaciones diarias, me asaltaría la misma angustia desde mediados del último año? ¿Vivir para hacerlo, verlo y festejarlo? La muerte como marco necesario del devenir vital: de mis temas favoritos... ¿Soy sólo yo, o también a los demás los asalta cotidianamente el pensamiento del muy probable e inminente fin? A mí me pasa de manera espontánea, veo que alguien se atraviesa la calle, veo a un microbús acelerando sin importarle, y aunque no pase nada porque el primero se mueva más rápido y el otro finalmente frene, imagino el accidente, y conmigo en el lugar de la víctima. No rechazo las imágenes, las repito en cámara lenta desde distintos ángulos, y si el fatal suceso fuera fulminante imagino la súbita y definitiva pérdida de conciencia.

Luego siento una angustiada lástima por los seres amados que me perderían, imagino a mi musa inconsolable y sufriendo en lo hondo de su ser, a mi mamá y mi papá maldiciendo a la muerte que no se los llevó antes y los hizo enfrentar esta prueba, etc. Pero me digo que en mi caso, al disolverse mi conciencia ya no importaría nada, no habría nada, y esa lástima que siento es falsa porque es reacción a una idea dentro de mi mente, que ya no existiría si me muriera. También ese no querer (porque el que me lo imagine no significa que lo quiera) que mis seres más cercanos sufran, dejaría de ser al apagarme.

Después de esa inmersión catártica en la idea de mi propio fin, algo en mi me condena por egoísta y me regresa la jugada de otro modo, ¿qué tal que muriera a quien más amo?, un escalofrío recorre mi espalda y me dejo de mamadas (no dejo entrar esas ideas). La vida es demasiado corta para estar imaginando la muerte, esa llegará solita, le llegue a quien le llegue primero, nos va a llegar a todos, inevitablemente, así que adelante, a sentir y hacer, a vivir.

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