23 de enero de 2009

El pleito vacacional explicado

En el segundo día del viaje con mi musa y su familia a Veracruz, mi conciencia filtró estos hechos: habíamos desayunado aprox a las 10, éramos doce personas incluyendo a una bebé de año y medio, habíamos caminado, subido, bajado, comprado, navegado, pagado, y viajado en coche, sin comer, hasta las ocho de la noche. Yo estaba ansioso por llegar al puerto a algún restaurant para cenar. Al pasar por un pueblito el papá de mi amada recordó que ahí vendían unos tamales bueeeenísimos, y pidió a su hijo que se orillara cerca de un puesto callejero. El señor bajó, se puso a charlar con la marchanta y regresó a los 10 minutos con un tamal para todos que yo disgustado me negué a comer, luego se subió contento de su adquisición: dos tamales congelados. Pensé que ya nos iríamos pero no, más adelante reconoció el puesto donde en viajes previos había comprado y volvió a pedir que nos detuviéramos. Bajó, atravezó la carretera, y se puso a charlar y comerciar con el marchante dese nuevo puesto. Mientras tanto yo hervía de impaciencia e indignación. Tras otros 10 minutos regresó con más tamales. Arrancamos nuevamente y entre broma y broma de todos los familiares, se me ocurrió exclamar: "¡Don M, lo que acaba de hacer por los tamales me parece una falta de consideración para con todos!".

En la camioneta que íbamos mi amada y yo, mi comentario fue recibido como broma, yo lo había hecho de manera seria pero entendí que era mejor que así se quedara. Pero no todos tomaron mi comentario como algo chusco, mi compañera se ofendió muchísimo conmigo, se distanció y cortó las comunicaciones. Eso dio pie a una pleito nocturno a voz baja entre nosotros de proporciones galácticas. Hizo que nos viéramos agotados en las mañanas pero no debido a las noches de pasión sino de discusión. Nos alejó muchísimo de nuestro habitual talante y de nuestra complicidad.

Las cosas que no tomé en cuenta al dar rienda suelta a mi indignación (y defender durante las noches siguientes mi postura a favor de mi libertad de expresión) fueron: que mi suegro es un señor de 74 años, que tiene achaques y enfermedades suficientes como para que yo en su lugar prefiriera estar en cama en lugar de andar ahí copiloteando en un viaje familiar, que el esfuerzo que estaba haciendo en ese momento para convivir y estar con nosotros era titánico. Obvio, no lo entendí hasta después de haber regresado y después de que mi musa me lo hubo explicado. Me di cuenta que sí, yo había estado equivocado, había errado, me había aferrado a mi error y había ignorado estos hechos hasta que me los pusieron en la cara.

Cuando cobré conciencia me arrepentí, ofrecí disculpas y me ofrecí de nuevo a mi musa, ambos perdonamos las ofensas y nos aclaramos y volvimos a acercarnos. Siento pensar en ese viaje como algo que pudimos haber disfrutado mejor, pero agradezco al cosmos que hayamos sido capaces de recobrarnos y ahora D y yo seamos cómplices, compañeros, amantes y amigos otra vez.

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