El tercer día nos levantamos tarde y nos fuimos a desayunar a Antojitos Lolita, donde nuevamente degusté los famosirrísimos manjares veracruzanos en el desayuno. Después nos fuimos a jugar dominó a la playa de Boca del Rio con los veteranos papás de D, nos echamos algunos tragos, y nos pusieron una super arrastrada que empezó con un zapato (jerga dominera), luego tras mucho esfuerzo logramos ganar uno, y al final por poco y nos ponen el otro zapato. Presencié (y fui víctima) de un conocimiento del juego, de las fichas en la mesa y de las probabilidades, mag-ní-fi-co. Comimos todos juntos en el buffet del hotel, luego caminamos un rato por el puerto, fuimos hacia el faro y de regreso, y a dormir enfurruñados.
El cuarto día nos levantamos temprano y volvimos a desayunar en el mismo sitio (parece que es el favorito de la famiglia), volví a pedir dos gorditas y una picada, más mis dos cafés con leche. De ahí fuimos a encargar muchos kilos de café. Luego nos fuimos todos a La Antigua, donde un lanchero nos llevó por el río a ver "el desierto", que es una extensión bastante amplia de arena y plantas secas. Pues ahí donde había que caminar duna arriba bajo el tremendo rayo del sol del medio día veracruzano, los papás de mi musa hicieron sin chistar el esfuerzo que por mi parte percibí como inhumanamente agotador, el lanchero después nos transportó a la playa donde el río se une al mar, y luego de regreso. Volvimos al puerto y fuimos a comer a un restaurant llamado Bulevar, en boca de río, donde el filete de pescado al ajillo me encantó y lo recomiendo ampliamente. Tras haber llenado la barriga fuimos a casa de mi abuela a quien hacía mucho no visitaba, tuvimos una tertulia agradable a la que se unieron mi tía Maité y sus dos hijas, pasamos a recoger el café que casi llena la cajuela, caminamos otro rato por el malecón, y al hotel agotados y todavía enfurruñados.
El quinto día nos regresamos, pero deso diré más después.
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