D acaba de comprarse una aplicación para su iPhone, que sirve para llevar los gastos según un presupuesto mensual o anual, como se prefiera. Tiene incluidas gráficas, comparaciones, reportes, y toda una serie de magias que yo ya había pensado cuando empecé lo de mi bitácora de consumo, pero que no llegué a hacer por falta de dominio del excel. En realidad, después de capturarlo en hoja de cálculo, la intención es vaciarlo a una base de datos para explotarla con aplicaciones de análisis. Por otra parte, en la aplicación del iPhone faltan detalles: se captura y categoriza el gasto, pero no se dice qué producto es, de qué marca, las unidades por paquete, la fecha de caducidad, etc. Digamos que para un control de gastos aproximado la aplicación que compró mi musa es buenísima, pero para conocer a fondo tu consumo será mejor la que yo visualizo. ¿He de programarla para el iPhone?, ¿el android?
Guajireando por la noche, y rememorando nuestro viaje a Españita, Tlaxcala, para conocer al Grupo Vicente Guerrero, estuvimos pensando que les hace falta visión de negocios. Lo divertido de esto es que pareciera contrario a todo el respeto que ellos le promulgan a la tierra y al desarrollo sostenible. Pero no, no se trata de doblarse a las "oportunidades" del mercado, sino de comercializar mejor y más ampliamente su "producto". Es decir que no sólo no tendrían porque aceptar cultivar lo que esté de moda, usando los químicos y técnicas de moda, sino que tampoco se mantendrían aislados ni a contracorriente.
Ecoturismo es una palabra que de momento quiere decir que en lugar de ir a ver una catedral o un museo vas a pasear por un bosque o a tomar fotos a un santuario animal y vegetal. En ese sentido sigue siendo una actividad lúdica que no implica mayor esfuerzo por parte del turista que la de seguir al guía o revisar su mapa cada ciertos pasos, y cargar su equipo fotográfico.
Así, mi musa y yo pensamos en promover una vivencia ecoturística diferente. Una en la que se le proponga a los citadinos vivir la experiencia del campo en una granja ecoturística. Por supuesto se albergaría a los turistas, se les daría de comer abundantemente y agua corriente para su higiene, y el primer día sería de exposición de la comunidad y de paseos, como lo vivimos nosotros. Pero los siguientes seis días serían de labranza en las distintas actividades campesinas, de cuatro y media de la mañana al medio día. La parcela sembrada por los visitantes sería bautizada con un nombre de grupo, y en los tiempos de la cosecha se les mandaría a los sembradores una bolsita del producto que plantaron. Claro que la cosecha la harían otros grupos de turistas, a los que también les tocaría una bolsita de algún grano. Pero, si a tantos les toca su bolsita, ¿cómo sobrevivirán los campesinos? Para esto los turistas pagan tarifas de hotel de lujo en las playas del caribe. En fin, no sé, ¿visión de negocios? Sé que a un amigo lo mandaron bajo esas condiciones a un Kibuz en Israel, su papá pagó una fortuna, y el hijo trabajó durísimo en el campo durante tres meses, pero sin bolsita de recuerdo, ¡ya tenemos nuestro diferenciador cualitativo en el mercado!
1 comentario:
En teoría, podríamos hacer el experimento de colaborar con CWAE para implementar justamente esas ideas. En efecto, que estén bien organizaditos no quiere de ningún modo decir que están en el edén. Si, podríamos hacer eso. ¿Lo haremos?
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