Creo que en le anterior post de lecturas subestimé a Stefano Rodotà, pero porque me enfadé un poco por la argumentación en contra de la inocencia del instrumento. Dice aproximadamente un viejo dicho que: un martillo puede servir para construir una casa o para descalabrar al enemigo, pero no se le puede echar la culpa al martillo por las acciones cometidas con el. Pues bien, así es como yo pienso también, a final de cuentas el que usa el instrumento es responsable de las consecuencias.
Entonces llega Rodotà que objeta esa supuesta inocencia de la herramienta, lo considera una visión ingenua, porque aunque nos escudemos alegando que, por ejemplo, el fin legítimo de las armas es la defensa, no podemos negar que el fin para el que fueron diseñados propiamente esos artefactos es para matar. Si se tratara sólo de defender podría haber otra estrategia, y por lo tanto otra clase de instrumentos, si se usan para defender los mismos que se hicieron para atacar entonces no debería extrañarnos un mal resultado en la defensa.
Así, pensar que los medios creados para maximizar el lucro puedan también servir para potenciar la democracia, sin dejarse manchar por la lógica con que se diseñaron esas herramientas, es cerrar los ojos... Pensándolo bien, tal vez tenga razón, aunque yo sigo dando la mayor responsabilidad al individuo que opera sus herramientas. Ahora voy a la mitad del libro, los capítulos posteriores al susodicho planteamiento (tan controvertido para mí) ha analizado cómo la tecnología afecta a la sociedad y cómo la sociedad trata de usar la tecnología.
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