Tenía diecisiete años cumplidos y estaba por entrar a la universidad. Se me había metido el capricho de ir a estudiar a la Udla de Cholula, porque en una salida de pinta con un amigo habíamos ido a visitar a su hermana que estudiaba en ese campus y en cuanto la vi me enamoré della. Otra cosa que se me había metido en la cabeza a fuerza de películas de Van Damme y de equipos deportivos que se esforzaban tremendamente para alcanzar la victoria, era jugar futbol americano y llegar a ser tan bueno como para que me becara el equipo de alguna excelente escuela mexicana o estadounidense, por lo que entrenaba diariamente a dos horas de camino de la casa (inteligentísima opción).
Para cuando llegó el momento de elegir universidad dos cosas habían pasado: 1.- Por más que mi ideal deportivo fuese el de un espartano, con poco correr y sentir cansancio aflojaba el paso hasta quedar al final del grupo que poco a poco se distanciaba de mí. Como jugador tampoco resulté genial, seguía con gran interés los juegos desde la banca. Ni siquiera era la primera reserva, si se lastimaba el titular había otro (mejor que yo) al que metían a la batalla. 2.- Había sucedido el hoy ya olvidado "error de diciembre" y la economía de mis papás fue golpeada duramente. En retrospectiva pienso que el que hubiera comida en el refrigerador a diario era un esfuerzo titánico por parte de mis viejos, ya de por sí milagroso, pero en ese entonces yo no entendía nada de dinero.
Según yo, tenía "Derecho" a que ellos me pagaran una buena universidad, "me lo merecía", hubo grandes pleitos hasta que revelaron que no tenían el dinero para las colegiaturas de ninguna institución privada, no les creí y lo tomé como un castigo inmerecido. Pasé con buena puntuación todos los exámenes, Toefl, SAT, Tec de Monterrey, Chapingo, UAM, Politécnico y Unam; pero sin el inmaculado historial académico necesario para obtener ninguna beca en la Udla. Al final me inscribí sin mucho interés a la facultad de ingeniería de la Unam.
Simultáneamente a todo lo anterior, aprox tres meses antes de la crisis iniciada en diciembre de 1994, se acercó por parte del trabajo de mi mamá un vendedor de AmWay y les expuso a mis papás el plan de negocios. Al poco tiempo yo también estaba involucrado. Esta faceta de mi vida no aparece en los párrafos anteriores porque de algún modo, al recordar mi historia, se esconde vergonzosamente. Pero si al entrar a la universidad traicioné la confianza de mis papás y dejé los estudios de ingeniería sin informarles, si intenté cambiar de carrera a Cinematografía, si dejé escurrir el tiempo sin fijarme en el mundo, sin atender mis obligaciones, y, si arrogantemente me alejé de mi familia, fue porque me iba a hacer (¿convertir en?) millonario en unos meses, y entonces nadie se interpondría entre yo y mis "legítimas" aspiraciones.
¿Cómo puedes planificar alguna acción constante de objetivos modestos (como estudiar para una materia), si estás pensando en una vida de mansiones y playas hermosas llenas de sirvientes acicaladores? Cuando el apoyo paterno fue suspendido debido a mis malas decisiones unilaterales acabé trabajando de vendedor de boutique en el Fashion Café, con un sueldo de 1500 pesos mensuales, apenas suficiente para renta y transportes. Aún así todavía seguí tratando de convencer a quienes conocía del magnífico negocio al que hacía dos meses había entrado y del cual ya era casi directo, aunque cada vez más esporádicamente.
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