8 de febrero de 2009

Viajes guajiros en el tiempo

En las noches, antes de dormir, mi compañera y yo conversamos y por lo general vemos como reir de lo que se nos va ocurriendo. Sobre todo cuando hablamos de hipotéticos, del futuro, o de usar tecnologías de ciencia ficción que todavía no existen. En una de esas, como estamos leyendo juntos el de La aventura de pensar, ella propuso imaginar que dispusiéramos de una máquina del tiempo. "¿De entre todos los personajes del pasado, a quiénes visitarías?". Es inutil decir que hay personajes del presente con quienes me gustaría charlar y asistir, si es posible, a verlos trabajar. Si encontraran mi conversación estimulante me daría por bien servido.

De lo que se trata en esos casos es de dejar volar la imaginación y pensar en cómo sería visitar a uno de los grandes filósofos del pasado. En primer lugar nuestra intervención podría afectar la obra, así que debemos pensar cuidadosamente el encuentro, o quizá acercarse en tanto observador, como los que filman las especies naturales, so pena de enfrentar la posibilidad de generar una paradoja en la que si uno no hubiera viajado al pasado, algunas líneas particularmente importantes del filósofo en cuestión nunca hubieran aparecido. Un inconveniente peliagudo si de verdad viajáramos en el tiempo, pero como sólo estábamos teorizando nada impedía pensar en objeciones a sus planteamientos, o en revelarles que serán reconocidos pilares del pensamiento posterior.

Bueno, ahora pensemos en que cuando interviniéramos en la vida de los hombres del pasado no se reflejara en nuestro presente, sino que se generaran realidades alternas accesibles a nosotros (viajeros del tiempo) sin consecuencias para condiciones previas a nuestra existencia. Entonces, por ejemplo, primero viajaría al momento en que Aristóteles acaba de morir, recogería toda su obra en formato digital y de ese modo recuperaría gran material hoy perdido; luego iría al momento de mayor agudeza mental del filósofo a platicar con él; luego iría durante su adolescencia para saber cómo fue, y tal vez influir como maestro; finalmente viajaría al momento de su nacimiento y lo mataría. Sólo para ver, revisando las realidades alternas, qué hubiera pasado con el mundo si el estagirita nunca hubiera sido.

Al ponerme así de macabro mi musa escandalizada dejó de cooperar y mejor conversamos de otras cosas, en las cuales seguimos siendo cómplices amorosos el resto de la noche.

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