15 de abril de 2009

¿Full satisfaction?

¿Con qué no estoy satisfecho en mi vida?, o puesto de otro modo, ¿qué me gustaría cambiar de mi ser (querer ser)?, o ya más directa y prácticamente: ¿qué me gustaría hacer con el tiempo que me queda? La verdad es que por el vacío que se me presenta cuando pienso de este modo, o sea del modo que suscitan esas preguntas, me parece adecuado decir que no lo sé.

Quizá sólo sea que no tengo práctica en la argumentación al respecto, pero eso nos lleva a que no me he hecho mucho esas preguntas últimamente. ¿Les he dado la vuelta? Podría ser, pues ya no estoy en el momento juvenil en que todo me parecía posible y también bastante probable. También porque en un momento dado dejé atrás la ensoñación futurista para dedicarme a disfrutar del dichosísimo presente.

¿Por qué será que está este bloqueo? Algo que me disguste y quisiera corregir debería haber, ¿o no?

Bueno, vamos a ver, me gusta escribir y puedo (y me obligo a) hacerlo a diario, me gusta compartir con mi musa, mis amigos y mis familiares, y puedo hacerlo con cierta frecuencia, me gustan los retos intelectuales y políticos que se me presentan en donde trabajo, me gusta no tener que desplazarme tanto para ir al trabajo y poder comer casi diariamente con mi amada. Me gusta mi proyecto según el cual podré ofrecer una estrategia de organización radical a los consumidores, que podría ser uno más de los caminos hacia la liberación de lo humano para los humanos. Me gusta leer, me gusta traducir, me gusta argumentar, me gusta comer, me gusta hacer el amor, me gusta dar y recibir caricias, me gusta sonreir, me gusta vivir. Siento ese redimidor (del que tengo entendido que hablaba Nietzsche) muy seguido, ese ante el cual no sólo estuvieron bien todas las vidas sacrificadas en hacer las pirámides de egipto, sino cada una de las vidas que han sido vividas y sufridas, y que en su enmarañada mezcla me dieron el ser que a cada momento busca esa afirmación. He educado a mi voluntad para ser alegre con lo que obtengo, y aunque a veces hay días prácticamente irrescatables, siempre llega ese sonriente y contagioso que los redime (y ni siquiera "quiero que me perdonen los muertos de mi felicidaaaad").

¿Habrá el día en que ya no llegue la susodicha afirmación? ¿Tal vez es que me siento feliz (gran palabra, pero ¿será?), o que soy un conformista de mierda como me hicieron saber recientemente? Digamos que puedo decir que no estoy contento con no ser Umberto Eco, ni Fernando Savater, ni estar cerca de la acumulación cultural que tienen, pero eso es tan absurdo como decir que qué mal que no soy el Budha, o Jesucristo, o Aristóteles. En cualquier caso ellos vivieron sus vidas de un modo (y tres de ellos ya no están para contarla), me gustan los pasos que dieron, pero no tengo porqué buscar la identidad con ellos sino mi propio camino con el apoyo de su sabiduría. Me siento descontento de muchísimas cosas por supuesto: el estado del mundo, las ideas que fluyen por los canales de información de masas, el nivel de la comunicación interpersonal (incluso entre personas "elevadas" que conozco), el microespacio en el que vivo, el sueldo que gano, mi situación académica, el número de mis lectores y de los comments deste blog, mi sobrepeso, tener que despertarme temprano, no salirme con la mía (en muchísimas situaciones) ni siquiera parcialmente, tener que morirme, tener que ver desaparecer a mis mayores, tener que buscarle un sentido a esta locura, etc.

Sí, hartas cosas me tienen desde sarcástico hasta amargonsón, pero otras en cambio me hacen olvidar momentáneamente las que me frustran mientras pintan en mi rostro una sonrisa que quiero compartir con quienes amo. (¡AAaaaaahhhh!)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Cuando estuve viendo a una analista, una de las pláticas que más me movieron fue sobre la responsabilidad de las decisiones que uno toma. Ella decía que no era válido andar por la vida echando culpas por acciones que uno toma, que para lo único que servían era pa' hacerse pendejo. Ahí me di cuenta que el gran "culpable" por los resultados en mi vida era yo y nadie más que yo, que las culpas a la niñez desafortunada nomás eran viles pretextos por no tener la suficiente fuerza de voluntad (huevos) para hacer lo que deseaba, y que si había algo que no había realizado era por que yo lo había decidido, por mucho que Freud le quiera echar la culpa a la madre.

Esa plática cambio completamente la manera en que veo mi vida, son mis decisiones y son mis consecuencias, de nadie más.

El Xico