Hace algún tiempo, que este era un movimiento político en pro de la libertad era un secreto. Yo lo sabía. Stallman lo sabía. Ustedes lo supieron. Ya no es más un secreto. Todo el mundo lo sabe ahora. Aquello por lo que estamos luchando está claro. Por supuesto hay días en los cuales preferimos no decirlo demasiado fuerte. Estamos ocupados en negociaciones, calma por favor. Ahora somos respetables. Vestimos traje sastre. Pero no hemos olvidado lo que pretendíamos hacer. Pretendíamos hacer libertad y la estamos haciendo.
Esto nos pone --felizmente en mi caso, y deseo que felizmente en el de ustedes-- en contienda con el poder. Algo de ese poder es el poder del monopolio. Es el Sr. Gates y sus billones. Algo dél es la contienda con el hábito: se necesitan muchas molestias para lograr que las personas cambien el programa procesador de textos que usan. [Aplausos] Algo dél es la contienda respecto a los principios: ¿es libre cuando es "libertad de", o es libre cuando es "libertad para"? ¿Cuáles palabras deberíamos usar? Luchamos el uno con el otro como siempre hace el movimiento por la libertad del pensamiento. Estamos divididos internamente con respecto a fraseología. Cantamos versiones ligeramente diferentes de la misma canción para musica levemente diferente. Y es disonante y nos sacude. La contienda es buena. La lucha por la libertad de pensamiento es una lucha. Tiene, siento decirlo, incluso bajas. Aunque las buenas noticias para nosotros son que no habrá guillotinas, no habrá sangre en las calles, no habrá comuna, y no habrá supresión de la comuna. Porque liberados del fardo de las asunciones utópicas, liberados de la necesidad de soñar lo que nunca ha sido, somos capaces de proseguir nuestra lucha incansablemente y sin remordimientos sobre la base de aquello que ya es hoy y de lo que nosotros con nuestras propias manos podemos sacar de ello mañana: la validación conceptual y el código ejecutable equivalen a la revolución.
La sociedad de red, la cual ha restaurado nuestro sentido de contacto primario, sin intermediarios, sin pasar por el Sr. Murdock, ni por vía del Sr. Gates, sino directamente unos con los otros. Por chat, por correo-e, por video presencia, por distribución de archivos, estamos conectados con nosotros. Esa sociedad de red sintetiza contiendas entre las clases, comunidades y grupos, tradicionales en todas las sociedades. Pero sintetiza dichas contiendas en una forma nueva, precisamente porque somos capaces de compartir. No estamos luchando por la primacía en el mercado. No estamos luchando por ver qué clase poseerá los medios de producción. Sabemos donde están los medios de producción: están adentro de nuestras propias cabezas. Estamos luchando para venir hacia nosotros. No necesitamos quitarle nada a nadie más. Habrá perdedores. Los perdedores son aquellos que se propusieron adueñarse de lo que hemos hecho. Pero no se nos requiere que hagamos más que existir como creadores y compartir nuestros trabajos.
En diciembre de 1989, cuando ciertos eventos sumamente positivos habían ocurrido en Praga, bajé al metro de la ciudad de Nueva York un día y encontré a un hombre ahí abajo que toca el violín por dinero en el subterráneo en su lugar habitual. Y en la tapa del estuche de su violín, en donde él juntaba los centavos, había puesto una fotografía de Václav Havel y debajo della estaba escrito: "Los artistas gobernarán". Esos somos nosotros, y él tiene razón. Es una lucha; tiene ganadores y perdedores; es una revolución de terciopelo; es el cumplimiento de viejas esperanzas y los más profundos sueños, y somos afortunados de llevarla a dar sus frutos esta vez.
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