20 de mayo de 2009

¿En el ojo del huracán?

Con mi musa parece que ha pasado la tormenta, o quizá tan sólo lo peor della, o también podría ser que me equivoque completamente y justo ahora esté en el ojo del huracán sin saberlo. Varias personas me instaron a la paciencia y otras a la acción, dentre las que me sugirieron actuar hubo principalmente dos vertientes: 1. someterme a los designios y la voluntad de mi caprichosa princesa sin chistar ni rezongar, y 2. romper relaciones definitivamente y así "darle una lección".

¿Cómo puede ser que yo no fuera ni todo paciencia, ni todo sumisión, ni todo terminación, y de todos modos me haya mantenido con cierto grado de éxito cerca della? Veamos, recapitulemos: no estuve ni estoy dispuesto a ceder mis espacios personales pero cedí la barba y la cabellera (que ella no me pidió); llegué a pensar y a decir en voz alta que me daba por vencido y que mejor ya me iba de su lado (y en su momento de verdad tenía la intención de largarme e hice mis maletas), pero reconsideré y no llegué a hacerlo porque algo en mí me ha mantenido alejado hasta ahora de la irreversibilidad de ciertas determinaciones; no dejé pasar ni una ofensa sin evidenciarla y reclamar (lo que me acarreó el doble de pleitos que si me hubiera aguantado y/o quedado callado) pero tampoco exploté frente a los insultos que recibí por mis reclamos. De algún modo me mantuve a flote: "quiero estar contigo y lo haré excepto si me pides lo contrario de manera amistosa, serena y firme" ha sido, por lo general, mi mensaje hasta ahora.

Supongo que en este caso fue más cuestión suya que mía, mi voluntad está dirigida hacia la armonía y la buena vida, y a la convivencia agradable a su lado. Lo que no quiere decir que sean aceptables negociaciones en las que yo tenga que elegir entre ella y mis actividades individuales predilectas, sobre todo cuando no están en contraposición más que porque ella ha desarrollado una animadversión irracional hacia las mismas. Ahora me parecen tan absurdas las sugerencias de ceder en todo "si quería salvar la relación" como las de que mejor me fuera porque "la podredumbre ya había hecho irrecuperable cualquier pedazo de nuestra vida" juntos. Pero me parecen así porque ahora hay calma. Si sucediera que de hecho me encuentro en el centro del huracán y las hostilidades vuelven al amanecer, me amarraré al mástil y esperaré lo peor de lo peor con la frente en alto y daré la cara a mi destino sin más vacilaciones.

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