1 de mayo de 2009

Parecon - Parte 1 (4 de 48)

División del trabajo

Las economías tienen divisiones de trabajo. Cada persona hace un trabajo que conlleva distintas responsabilidades para él o ella, y distinta influencia en la toma de decisiónes. Las posibilidades de la división laboral están entre dos extremos: Podemos optar por los arreglos jerárquicos típicos que incluyen un acceso sumamente diferenciado a circunstancias de trabajo que empoderan y permiten calidad de vida, o podemos optar por proveer a las personas con un trabajo equitativamente empoderador y disfrutable.

Con el enfoque jerárquico, una persona se vuelve secretario o directivo de una compañía, intendente o doctor, gerente u obrero de línea de montaje, y emprende responsabilidades fijas en un nivel particular de habilidades, conocimientos, impacto en su calidad de vida, e influencia sobre los resultados. Un actor podría no tener voto sobre ningún resultado, mientras que otro tendrá un voto modesto sobre algunos resultados, y un tercero tendrá un voto inmenso sobre muchos resultados.

Con el contrapuesto enfoque no jerárquico, no tenemos secretarios o directivos. Cada persona tiene un conjunto de tareas único en sus detalles aunque comparable al de cualquier otra persona respecto a los efectos en su calidad de vida y capacitación. Hacemos cada uno un poco de trabajo repetitivo y algo de trabajo creativo, un poco de trabajo mecánico y algo de trabajo conceptual. La mezcla nos da una porción justa de tareas pesadas y satisfactorias y/o aburridas y empoderadoras. Mientras que con la división laboral jerárquica actual algunos trabajadores tienen preponderancia a empleos más placenteros, edificantes y empoderadores, y otros trabajadores tienen preponderancia a empleos más aburridos, peligrosos y enbrutecedores, con los conjuntos de trabajo balanceado que proponemos todos tendríamos trabajos que incorporaran efectos promedio en la calidad de vida y la capacitación. Haríamos cada quien nuestras propias tareas diferentes, pero los efectos en el empoderamiento y la calidad de vida de cada uno de nuestros empleos serían iguales que aquellos en cualquier otro trabajo. El resultado es simple. Junto al filósofo y economista británico Adam Smith (1723-1790), el cual escribió La riqueza de las naciones en 1776, creemos que:

Los entendimientos de la mayor parte de los hombres están formados necesariamente por sus empleos ordinarios .... la [persona] cuya vida es gastada efectuando unas pocas operaciones simples, de las cuales los efectos también son, tal vez, siempre los mismos, o casi siempre los mismos, no tiene ocasión de ejercer su entendimiento .... y [es] generalmente [orillada a] volverse tan estúpida e ignorante como sea posible serlo para una criatura humana.
Smith entendió que una persona haría cosas diferentes y tendría circunstancias diferentes en el trabajo dependiendo de si él o ella era una secretaria, un obrero de línea de montaje, un gerente, o un dueño, y que esas diferencias afectarían profundamente sus prospectos de vida. Y estamos de acuerdo. La división del trabajo es de gran importancia.

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