31 de mayo de 2009

Matar al deseo con su objeto

La analista me dijo que no había explicado porqué abandono, sino cómo lo hago. Qué secuencia de acciones me llevan desde un punto A en que emprendo algo hasta un punto B en el que lo dejo de hacer, pero no porqué hago lo que hago que me autosabotea y me impide concretar. Luego me habló de hábitos como el de capturar mis gastos o el de escribir a diario, y de cómo si bien son actos "concretos" no tienen como finalidad alcanzar ninguna meta final, ningún beneficio tangible a corto o mediano plazo. Me ofendió un poco que desvirtuara esas acciones sin objetivo materialmente concreto y a plazo fijo, porque hay muchas actividades en que una vez iniciadas nunca acaba uno de aprender y de crecer en ellas. Pero de momento las dejo de lado (sin pretender dejarlas de hacer ni sólo día), para enfocarme en ese "porqué" que no respondí.

Muy bien, de las actividades que yo elegí, y que tenían un plazo fijo. De letras hispánicas por ejemplo, con sus clases una vez a la semana, sus lecturas y trabajos entregables, sus exámenes, su tesis y su graduación. Si me sé con la madera, la cultura y la capacidad: ¿por qué no le seguí?, ¿por qué no la terminé?. No fue porque me sintiera superior a mis compañeros o maestros, no fue porque me sintiera incapaz o indigno. En la sesión de la semana antepasada la Dra. me dijo que estaba yo enamorado del discurso (como si no fuera digno de enamorarse dél), tras una breve conversación de síntesis que se dió después del diván le dije que me daba la impresión de entrar dentro desa categoría definida como histeria, pero no con la acepción se usa popularmente (para designar una alteración tremenda del estádo de ańimo), sino como me la había platicado una amiga también psicóloga: con la historia de un niño que primero jalaba con entusiasmo una cuerda al final de la cual estaba atado un carrito (su objeto del deseo) y conforme éste se acercaba el niño se angustiaba, hasta que en algún momento dado, mejor dejaba de tirar de la soga y se ponía a llorar (ya no estoy muy seguro del final).

Noté que la mención de dicha historia le despertó varias emociones a la Dra, se entusiasmó y me platicó más facetas de la histeria, como algo fascinante y, desde el punto de vista del análisis, sumamente denso y fructífero. En efecto, lo que sucede ahí es que uno está enamorado del deseo, no del objeto del deseo, lograr obtener dicho objeto supone la muerte del deseo, y por lo tanto es mejor abandonar la persecución y mantener al deseo intacto. Pero eso supone algo más profundo, algo más turbio, algo más íntimo... ¿Creo yo que de verdad el objeto no es importante?, ¿No será que al rechazarlo (por matar este al deseo) también esté rechazando alguna parte de mi ser?, ¿Que en realidad tenga miedo?, ¿Que en realidad no crea en mi capacidad para poseer al objeto? Hoy mi exploración se queda aquí, al borde (pero, ¿al borde de qué?). Otra tarea que me dejó fue preguntarme por qué escribo, el por qué de los temas que elijo, y esa trataré de responderla en otra entrega.

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