En el nuevo trabajo, aún cuando ya empezamos con proyectos y son abrumadoramente enormes y complejos, me siento muy ligero y alegre al empezar mi jornada laboral todos los días de la semana. Es extraño, no importa tanto el tamaño o lo complicado de lo que se viene, pues con las herramientas de administración y control de proyectos que tenemos, hemos logrado dimensionar y dividir en fragmentos suficientemente manejables el trabajo de los siguientes seis meses; lo que importa es saber que nosotros en tanto equipo controlamos y establecemos el tiempo que nos tomará, y que la presión que tenemos es la que asumimos al dimensionar, y que se respeta nuestro criterio de expertos.
Los nuevos jefes también son jóvenes hijos de millonarios, pero se nota que ya tienen escuela y experiencia en el mando. Supongo que si la empresa en la que antes trabajaba hubiera sido del tamaño de esta en la que estoy ahora, y hubiera formado parte del patrimonio familiar de mis viejos empleadores desde al menos 30 años, también hubieran sido mejores gerentes. En fin, la experiencia es importante, y si como les deseo, el negocio de mis anteriores patrones subsiste y crece a lo largo de los años, seguramente capitalizarán lo aprendido en estos tiempos turbulentos.
Mientras tanto yo siento que aporto todos los días mucho esfuerzo y mucho avance a los desarrollos en que participo. Me siento seguro, productivo, tranquilo, y la convivencia con mis amigos (que también se sienten libres y alegres y satisfechos de sus labores) es sumamente importante y enriquecedora. Sigue habiendo incertidumbre, sigue habiendo riesgos, sigue habiendo probabilidades de no lograr alguna menta, pero nos sentimos mejor, más confiados, más tranquilos y contentos.
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