20 de julio de 2009

Rescatar a los desocupados

En una nota periodística leí que Michelle Bachelet convocó hace no mucho a todos los sectores sociales, incluyendo a los desocupados, a no sé que pacto con sepasú qué consecuencias. Poner a este grupo de personas en relieve, en perspectiva, nada menos que como a un sector, es a mi juicio muy importante porque: 1.- en esta sociedad de la información, los servicios y el consumo, el número de individuos que engrosan las filas de la desocupación es cada vez mayor en cada país, en cada instante, 2.- gracias a la tecnología las ocupaciónes son cada vez menos y así gran parte de los jóvenes recién entrenados en las universidades ni siquiera logra ocuparse. 3.- todos los demás países del mundo tratan el asunto como un número, una cifra que no debe rebasar de cierto límite, y hacen de todo para esconder el verdadero dato, 4.- a no ser que se reconozca que es un problema actual y salgamos de la negación no haremos nada (en tanto sociedad) para atacarlo o resolverlo.

Se puede coincidir con la opinión de que los desocupados son potenciales criminales porque no tienen la oportunidad de participar en el sagrado acto de solidaridad humana que es el trabajo. Las acciones de desplazarse hacia sus distintos lugares laborales y la de permanecer ahí algunas horas efectuando actividades necesarias para una producción que complazca al final del día a una cadena de mando más o menos exigente y más o menos pudiente, son simbólicamente importantes sin duda, y quien no las cumple, o quien las cumple demasiado (en detrimento de otras esferas de su vida) se pierde de algo, pero eso no obliga a nadie a cometer atropellos.

Muchas de esas acciones cotidianas son un poco estúpidas si se me pregunta, pero a lo largo del tiempo, mientras se han mantenido todos produciendo suficientes signos suficientemente complacientes, y mientras ha seguido habiendo algo material que repartir, y mientras gran parte de la población circundante ha seguido logrando cubrir un alto porcentaje de sus necesidades, el edificio se ha mantenido de pié...

Chile de Bachelet, tierra donde inició un experimento hermoso con Allende, que fue truncado por el inicio de otro experimento, pero este horrendo, dirigido a control remoto por el imperio.

Tierra y pueblo tan queridos en su momento por mis padres esperanzados, y ahora con lo que leo me percato, tan queridos también por Julio Cortázar. Chile: herida casi de muerte de América Latina. Es irónico que Julio pensara que Pinochet acabaría como Hitler o Mussolini, derrotados y repudiados, pero el viejo dictador retirado vivió unos veinte años más que mi cronopi-amado autor izquierdoso. Uno de los mayores genocidas pasó sus últimos años con un poquito de acoso ligeramente incómodo en su casa de Londres, hasta que, anciano, finalmente murió en su cama faltándole nueve años para cumplir un siglo de edad, y hasta tuvo un velorio concurrido...

No importa, hay que seguir conociendo las ideas que más le gustaban al Julio Cortázar, hay que seguir entendiéndolas, trasmitiéndolas, y quizá un día vuelvan, abanderadas por una legión en lucha pacífica de la que me gustaría mucho formar parte (La misma vieja esperanza de siempre).

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