5 de agosto de 2009

Renuncias auto-proféticas que casi se cumplen

Renuncié a mi cliente restaurantero porque estaba presionando mucho, quería su sitio web para ya, es más, para mucho antes que ya, y además lo quería irrevocablemente como se lo había imaginado en algún sueño guajiro sin importarle las dificultades que eso conllevara. Un ejemplo: quería un gestor de eventos con un calendario, así que instalé todos los calendarios que existen en drupal y se los demostré; instalé incluso un módulo que se conecta al excelente google calendar, que tiene todas las magias y funcionalidades que se pueden pedir en una agenda en línea. Nada lo satisfizo, quería una mezcla del google calendar con un toque de otro y un detalle de otro más, y que se desplegara en su sitio de cierto modo, con cierta disposición que me hubiera tomado semanas si no es que meses lograr. Renuncié a esa posibilidad beneficiosa además, porque no estaba dándome abasto y estaba descuidándolo todo, y puestas las prioridades en su lugar, ese asunto estaba hasta abajo en la lista. Tras la última junta y después de darme cuenta de sus nece(si)dades y exigencias por las cuales finalmente me iba a pagar una bicoca, hice cuentas, y pensé que mi tiempo valía mucho más y que tenía que echarme para atrás de un modo o de otro. Así que me mantuve distante y silencioso mientras pensaba mi exit-strategy sin que pasara un día en que no me llamaran (sin que yo les contestara la llamada, claro está).

Finalmente les escribí un mail mareador según el cual: mi chica me había corrido de casa y yo estaba buscando donde ir a quedarme, mientras tanto vivía en casa de mis papás a dos horas de camino de mi oficina, había perdido mi celular y sólo accedía a la red en el trabajo, y para que no se me acumularan las desgracias, en horas laborales estaba siendo estrictísimo conmigo por lo que ni soñando me metía al messenger. Dada mi circunstancia me veía en la imposibilidad de continuar el trabajo, gracias por la oportunidad, ojalá más adelante, y todo lo demás. No había contado con que una semana después dese mail, casi como profecía de autocumplimiento, mi amada de verdad casi me bota y me manda a dormir a casa de mis papás. Me costó muchísimo trabajo y no pocos corajes revertir el desaguizado, igual que a mi musa (porque por suerte ella también quiso dar marcha atrás), por un momento ya daba todo por terminado y estaba que me cargaba la tristeza.

Creo que debo tener cuidado con lo que escribo, porque aunque ese correo fue una mentirijilla para cubrir mis espaldas bien podría ser que mi inconciente lo tomara en serio y al poco rato me traicionara. Ahora que lo pienso me pregunto ¿por qué no haberles mejor escrito que recién me había sacado la lotería y que ya no necesitaba su dinero y estaba tomándome unas deliciosas vacaciones en Hawái?, o también, ¿por qué no inventar que me habían contratado en la nasa, o en el colisionador de partículas europeo, o ya de perdis en el MIT, y que estaba teniendo que someterme a cientos de horas de entrenamiento y práctica? En fin, ¿qué hace más verosímil una historia según la cual todo explota en mi vida doméstica que otra según la cual un golpe de buena suerte me saca de la jugada? Bruajajá, próximamente empezaré a inventar escenarios tan afortunados que si llegaran a darse, hasta un santo milagrero se sorprendería.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Y por que no simplemebnte decir la verdad, para que el tipo aprendiera que lo que pedia era demasiado para que pusiera los pies en la tierra!

ese es un problema muy frecuente al que se enfrentan los freelancers