El 31 de julio y el 1 de agosto escribí acerca de mis desacuerdos con la analista, pues yo sostenía que mi enfrentar los enojos de mi musa era para llegar a algún acuerdo o compromiso, y en la última sesión la doctora me dijo que no, que en realidad yo no buscaba eso, sino molestar. En otra sesión me explicó la diferencia entre la negación y la denegación, que al fin de cuentas no son tan diferentes: la primera es un "no puede ser que esto sea" mientras que la segunda es un "yo no suelo hacer eso", en cualquier caso, cuando me dijo que no, que en realidad yo estaba buscando algo más oscuro que llegar a un acuerdo, decidí no sólo que iba a evitar defenderme, sino que dejaría definitivamente de recurrir a las dos vertientes de negación. Asumí entonces que sí, que yo estaba buscando molestar, esto es: que soy un necio jodón. Pero en seguida me asaltó una duda: ¿porqué hago eso?, ¿qué me llevaba a retar, reivindicar, enfrentar, confrontar, dar batalla a mi compañera cuando ella quiere alejarme? Pues eso, que me lastima que me rechace y entonces tal vez (pero sólo tal vez) quiero lastimar de vuelta.
De cualquier modo, sostengo que cuando uno anda buscando una casus belli la encuentra porque la encuentra. Para dar un ejemplo, un sábado antes del brindis para festejar el matrimonio salí de mi sesión de análisis como a las tres, y se me ocurrió pasar a lavar el coche, una vez ahí llamé a mi amada (que andaba necesitando una guerra campal) para avisarle que me tardaría veinte minutos más, y como era de suponer, no me la acabé. Llegué a casa y el reproche era: "siempre me haces esperar"; antes hubiera negado tal acusación pero como mencioné en el párrafo anterior, renuncié hace no mucho a las negaciones; por lo que lo asumí y dije: "si así te sientes seguramente estoy haciendo algo mal, porque yo no quiero hacerte esperar ni hacerte sentir así, veré qué puedo hacer para que en adelante no sientas eso, ¿qué me propones?" Se sucedieron las objeciones según las cuales "en realidad a mí no me importa", "nunca la escucho", "no la comprendo", etc. En cada ocasión respondí asumiendo lo que me decía como verídico y proponiendo algo para que eso cambiara. No hubo forma, mi dulce compañera estaba en pos de aquello que le permitiera seguir enojada...
Esa noche me volví malo. Estuve horas intentando hacer llegar mi buena voluntad y no pude, o tal vez no fue que no pudiera sino que a pesar della, de parte de mi amada no había la más mínima intención de moverse de lugar. Al final me volví malo, escribía hace unas líneas, y dije cosas terribles y adopté una actitud de perro infeliz, y estuvimos a punto de terminar. En efecto quise hacer daño, en efecto no me interesaba arreglar nada, la analista tenía razón (pero no fue así desdel principio, ¿o sí?). Al día siguiente nos reconciliamos, y desde entonces no hemos vuelto a combatir, gracias a Odín.
2 comentarios:
Yo más bien pienso que fue gracias a Mictlantecutli y un poco a Shiva.
Parafraseando esa peli con Jack Nicholson, te ahogas y tu analista te describe el agua.
Publicar un comentario