18 de septiembre de 2009

De patéticos finales religiosos

Creo que La república (o de lo justo) es un intento de planteamiento moral o ético. Es decir, al principio Trasimante, Adimante y Glaucón defienden ante Sócrates la causa de la injusticia y de porqué es, si no mejor, sí más conveniente y más útil a quien la ejerce; así como de porqué la justicia, aunque sea mejor, resulta más difícil y no sólo suele no producir ninguna ganancia a quien la prodiga, sino que muchas veces los justos terminan peor que si hubieran sido injustos que luego hubieran sido descubiertos.

Entonces Sócrates, para combatir tales sensatísimos razonamientos se ve obligado a establecer primero su modelo de estado ideal, gobernado por filósofos, del cual habría un tipo de ciudadano ideal también, y tanto para los filosóficos gobernantes como para los perfectos guerreros como para los ideales ciudadanos de tal estado la justicia sería convenientísima y definitivamente lo mejor de lo mejor. Luego hace una escala de entre los tipos de estados existentes y los ciudadanos que los conforman que, si no mal recuerdo van desde el mejor: la monarquía; pasando por la oligarquía de los ricos, la democracia de la plebe harta de los ricos y, finalmente el peor: la tiranía; que es un terrible sistema de gobierno al que inevitablemente llevan las democracias por un pueblo borrego que al fin de cuentas siempre sí necesita un amo. La monarquía y la tiranía se parecen mucho, y Sócrates se empeña en demostrar que son dos extremos opuestos y distantes entre sí, diferentes casi como la virtud del vicio, pero yo las vizualizo como a los dos extremos que forman el nudo de una cuerda cerrada en círculo.

Al final, por si todas las "demostraciones" anteriores fueran insuficientes, y por desgracia, recurre nuevamente (como en el diálogo del día de su muerte) al más allá. A la inmortalidad del alma, la cual recibirá castigos terribles si somos viciosos e injustos y premios suculentos si somos virtuosos y justos. Hay muchas cosas rescatables en todo el discurso de La República, hay muchas observaciones y comparaciones que me parecen aún vigentes y brillantes, pero me molesta mucho que se ponga a hablar de la persistencia del alma después de la vida para completar la moralización de sus poco dóciles interlocutores, de los cuales al final de la arenga religiosa no sabemos la opinión. Esto es: me disgusta la degradación del discurso filosófico en religioso.

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