En el trabajo organizaron una miniolimpiada para todo el personal. Un lunes, día laboral, en horario laboral (de siete a quincetreinta), para que todos los empleados conviviéramos y nos conociéramos. La cita era a las seis y media de la mañana a un lado del edificio de la empresa, había hasta autobuses para llevarnos a la distante sede miniolímpica (en la que habría incluso refrigerios). Llegué a tiempo a la oficina pero no quise dejar mi coche ahí estacionado en la calle aledaña por los riesgos normales del defe, y porque en cuanto saliera de allá (o incluso, en cuanto terminara mi participación en la actividad para la que me había inscrito) quería salir corriendo para ir a la UNAM a dejar unas cartas.
Me pegué al trasero de uno de los autobuses decidido a evitar que me dejara atrás. Hablé brevemente vía celular con mis compañeros de equipo de trabajo, los cuales ya estaban en sus lugares dentro de los transportes. Esperé un ratito hasta que empezó a moverse el vehículo que me serviría de guía, con tan grande referencia yo creí que nunca perdería de vista al carruaje del personal, incluso a kilómetros de distancia... Sin embargo, antes del primer semáforo se metió entre mí y el autobús un coche que se detuvo prudentemente cuando la luz se puso amarilla, separándome irremediablemente del vehículo en que iban mis amigos. En cuanto la luz se puso verde nuevamente aceleré, rebasé al prudentísimo jijoesú prudentísima y di la vuelta donde vi que el transporte de la empresa la había dado, seguí adelante a toda velocidad unos 20 minutos sin jamás volver a verlo. Vuelta en U y a la oficina vacía a trabajar casi como cualquier otro día. En mi lugar, solitario, investigué en google maps cómo llegar pero la tremenda distancia por recorrer, así como mi desconocimiento general de la zona por la que transitaría, me disuadieron de ir. Me quedé finalmente trabajando y leyendo solito en la oficina mientras escuchaba el blues de Eric Clapton. Al fin que ni quería ir :-P
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