4 de septiembre de 2009

Parecon - Parte 1 (18 de 48)

Auto-Gestión

La cuarta área de gran interés que pusimos es el poder y la participación: ¿Hasta donde deberían los agentes económicos afectar los resultados? Igual que con la remuneración, aquí también tenemos un valor controversial particular que favorecemos, así que necesitamos hacer una defensa cuidadosa en su nombre. ¿Cuál debería ser nuestra norma respecto a la influencia que cualquier actor debiera tener respecto a los resultados económicos? Existen tres opciones principales.

  1. Investir la mayoría del poder en unos pocos actores y dejar al resto muy poco que opinar sobre las decisiones que les afecten.
  2. Distribuir el poder más equitativamente, con cada actor siempre teniendo un voto en un proceso definido por mayoría.
  3. Variar la forma en que el poder se distribuye dependidiendo de la relación de cada actor con las decisiones específicas. Algunas veces tú tienes más votos, algunas veces yo tengo más votos. El punto entonces estará en definir los criterios que determinen cuantos votos tiene cualquiera de nosotros sobre una decisión en comparación con los demás.

La primera opción --darle mayor voz a unas pocas personas-- es general y justamente etiquetada como autoritaria porque le da a los menos un poder desproporcionado sobre los más. En la esfera política la llamamos dictadura u oligarquía y generalmente la rechazamos por ser incompatible con el respeto de los derechos de todos los humanos. Pero si está mal tener a una élite política que decida nuestras condiciones políticas porque cada uno de nosotros debería tener algún voto en esto, entonces seguramente está mal también que una élite económica decida nuestras condiciones económicas --por los mismos motivos, que cada uno de nosotros debería tener algo de voz en esto.

La segunda opción, una-persona-un-voto y gobierno por la mayoría en todas las cosas, es frecuentemente llamada democracia. Pero considérenme mientras tecleaba sobre esta página. ¿Deberían ustedes tener algún voto sobre qué computadora uso, o en si prendí la luz de mi escritorio, o en si abrí mi ventana? No, debería de tomar todas esas decisiones yo mismo, autoritariamente, igual que ustedes deberían decidir cuándo y si quieren dar vuelta a la siguiente página de este libro o si en lugar de eso lo pondrán de lado y leerán algo más entretenido, o se darán una ducha, si a eso vamos.

No se necesita más de un minuto de pensamiento abierto para darse cuenta de que elogiar la toma de decisiones de una-persona-un-voto dice poco sobre una norma general para tomar decisiones. Invocar al gobierno de la mayoría universalmente es ignorar que de entre la amplia diversidad de decisiones que surgen en las interacciones sociales y en la vida económica, sólo unas pocas son manejadas apropiadamente al dar a todos un voto y contar los resultados. ¿Deberían acaso los trabajadores de GM y Boeing y aquellos de la tienda de la esquina tener un voto igualitario sobre si los trabajadores de Ford toman un descanso para almorzar al medio día, o media hora más tarde? Obviamente que no.

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