22 de marzo de 2010

Ciclos de distintas duraciones

Cada vez me convenzo más de que los citadinos que formamos parte de esta época de la información en tiempo real, de la inmediatez de la internet, de las tiendas de autoservicio abiertas las 24 hrs, de las pizzas a domicilio en 30 minutos; ya perdimos la noción del tiempo que se toman naturalmente la mayoría de las cosas.

Un ejemplo es cuando uno debe ir a una fiesta dentro de dos semanas y ya no le entra la ropa de gala que tenía, y trata desesperadamente de ponerse a dieta para ver si a la mera hora entra uno en el traje. El resultado siempre es que uno va con look de embutido, a no ser, claro, que se tenga el dinero suficiente para comprar un pantalón y un saco nuevos.

Otro ejemplo es al sembrar una semilla: esperar a que germine, crezca, florezca y dé frutos; no es algo que se acostumbre, puesto que en la ciudad la impaciencia es norma, así que por lo común las plantas mueren antes de la cosecha o los escasos cuidados hace que esta sea escasa. Otros ejemplos son al aprender a tocar un instrumento o a emplear una lengua extranjera, quisiéramos convertirnos en un mes (con una clase y media hora de práctica, semanalmente) en unos Paganinis o unos super-espías políglotas, y si no sucede así como por arte de magia no vale siquiera la pena el esfuerzo y se abandona la actividad.

En realidad al emprender cualquier actividad hay que comprender el ciclo según el cual se han de medir los resultados y se puede corregir el rumbo, así como las actividades cotidianas requeridas. Además de tenerse muuuucha paciencia.

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