26 de marzo de 2010

Matizando a la horrenda competencia

Ya casi acabo el de Realizing Hope, de Michael Albert. Después del capítulo acerca de la ciencia y la tecnología, y de cómo estarían orientadas las investigaciones y los desarrollos en una Parecon*, Albert habla sobre la educación (traduje un fragmento aquí), el arte, y los deportes, entre otros temas. Ahora bien, en lo respectivo a los deportes se enfrenta a uno de los conceptos con que más batalla en su visión económica: la competencia. En general despotrica en contra della, pues en los intercambios económicos la competencia resulta en una situación bastante insolidaria en la que uno se queda con el puesto (o el dinero) y el otro (o los otros) pierde(n). Así pues se trata de un juego de suma cero pero con recursos vitales.

Sin embargo al llegar al capítulo del atletismo se ve obligado a hacer algunas concesiones. Para empezar una Parecon no estaría excenta de competencia. Para entrar a una empresa en una economía participativa, por ejemplo, se debería ser competente: no puede uno pedir ser cirujano o piloto aviador si carece de los requisitos elementales. Además, se entiende que en ninguna economía hay recursos ilimitados, así que cualquier empresa debe tener contadas sus plazas de trabajo y al concursar por una vacante para obtener un puesto se competiría con otras personas. La diferencia es que en una Parecon nadie estaría desempleado y todos ganarían según una escala de esfuerzo y sacrificio con niveles de ingresos similares entre sí, nadie trabajaría exclusivamente para una empresa, sino en una gama dellas, en un conjunto de actividades balanceadas, etc. Así que en ese contexto intentar entrar a trabajar a una empresa no debería representar enormes posibilidades de mejora económica (ni el fracaso al conseguir la chamba posibilidades de ruina inminente) y por ende se competiría más por amor al arte que por recursos vitales.

Por otro lado, precisamente en el atletismo los deportistas competirían sin posteriores incentivos económicos, es decir, no ganarían un gran premio al triunfar en el maratón, sino que todos los participantes ganarían de acuerdo a qué tanto se esforzaron y sacrificaron... El ganador lo sería por orgullo, o por vanidad, o por lo que se desee, y no por el botín en juego. E igual todos aquellos que rompieran sus propias marcas, que se ganaran a sí mismos según sus propios registros anteriores, que se esforzaran al máximo, ganarían su parte al correr un maratón.

Claro, lo anterior sólo si la sociedad que funcione con una Parecon siguiera dando recursos económicos para ver a personas practicar deportes (porque bien podría ser que el atletismo sólo fuera un hobby). Ultimadamente, la competencia en sí no es mala. Es como dice Savater en algún libro suyo: una fuerza democratizadora porque sólo entre iguales es posible competir. Albert concluye que la competencia por beneficios económicos enfrenta por recursos a las personas, y ahí sí es malévola, pero hay ámbitos sin consecuencias para la supervivencia de los indivíduos en los que no sólo no es mala, sino que es estimulante y empoderadora.

* Dejo en femenino el término porque Parecon es una contracción de Participatory economics, que en español se traduce como "economía participativa".

1 comentario:

choco Nocturno dijo...

* Habría que ponerle econPar para máxima traducción.