3 de marzo de 2010

Parecon - Parte 1 (38 de 48)

Auto-Gestión

Confundir la causa del libre mercado con la de la democracia es típico de los comentarios modernos, pero eso es asombroso dada la abrumadora evidencia de que los sistemas de mercado han privado de sus derechos a segmentos cada vez más grandes del cuerpo político mundial. En primer lugar, los mercados menoscaban en lugar de promover los tipos de rasgos humanos que son críticos para el proceso democrático. Como Bowles, quien es, recordemoslo, un defensor de los mercados, explica:

Si la gobernabilidad democrática es un valor, parece razonable favorecer instituciones que impulsen el desarrollo de personas propensas a respaldar las instituciones democráticas y capaces de funcionar efectivamente en un entorno democrático. Entre los rasgos que la mayoría de los estudiosos del tema consideran esenciales están la habilidad de procesar y comunicar información compleja, la de tomar decisiones colectivas, y la capacidad para sentir empatía y solidaridad para con otros. Como hemos visto, los mercados proveen de un ambiente hostil para el cultivo de dichos rasgos. Los sentimientos de solidaridad tienen más probabilidades de florecer donde las relaciones económicas son contínuas y personales, en lugar de pasajeras y anónimas; y donde la preocupación por las necesidades de los demás es una parte integral de las instituciones que rigen la vida económica. No es plausible que las habilidades de toma de decisiones y procesamiento de información requeridas en el ciudadano democrático moderno se impulsen ni en los mercados ni en los lugares de trabajo organizados verticalmente.
En segundo lugar, los mercados empoderan a aquellos con mayores habilidades para extraer recompensas a expensas de los "menos capaces" para hacer eso mismo. Al concentrar poder económico y por lo tanto también político en las manos de unos pocos, los mercados trabajan para aventajar comparativamente a los de por sí "más capaces", y entonces, para aquellos que ya son posiblemente los más poderosos en primer lugar. Si la parte más poderosa triunfa en apropiarse más del 50 por ciento de los beneficios de un intercambio, como sucederá generalmente, el intercambio le quitará aún más influencia a la parte menos poderosa y empoderará aún más a la de por sí más poderosa. En la siguiente ronda de intercambios, la baraja estará un poco más apilada del lado más fuerte, y así sucesivamente, llevando ultimadamente a amplias disparidades.

Aquellos que se engañan a sí mismos (y a otros) respecto a que el mercado nutre la democracia ignoran la simple verdad de que los mercados tienden a agravar las disparidades en poder económico. Sus defensores se enfocan en el hecho de que la propagación de los mercados puede menoscabar a las élites tradicionales. Esto ciertamente es verdad, pero no prueba que el poder se repartirá más equitativamente y que se mejorará la democracia. Si obstáculos nuevos y más poderosos remplazan a los viejos obstáculos de la democracia y la participación económicas, no estamos yendo hacia adelante, o a lo mucho lo hacemos apenas un poco. Si las juntas directivas de las coporaciones multinacionales y los bancos, las policías del libre mercado en el Banco Mundial y el FMI, y las comisiones de adjudicación para tratados internacionales como el TLCAN y el MAI son aisladas más eficazmente de la presión popular de lo que lo eran sus predecesoras, obviamente no se está sirviendo a la causa de la democracia, incluso a pesar de que algunos viejos obstáculos hayan sido apartados.

Pero queda más por decir. Los mercados tienen implicaciones de clase justo como las tiene la planificación centralizada. Consideremos un lugar de trabajo en una economía de mercado: incluso sin propiedad privada ni búsqueda de lucro por parte de los dueños, la empresa debe competir por su porción de mercado y reducir sus costos e incrementar las ganancias persiguiendo excedentes que invertir. Si fracasa en la competencia por excedentes en relación a otras empresas en su industria, carecerá de fondos para invertir y declinará firmemente en bienes y eventualmente saldrá del mercado. Por lo tanto la supervivencia en un sistema de mercado, incluso en ausencia de propiedad privada, requiere la búsqueda de excedentes. Un componente clave de ir en pos de los excedentes es reducir los costos laborales y extraer más trabajo de los empleados. Pero esto no se da sin impugnación. Los trabajadores, por supuesto, quedando todo lo demás igual, prefieren la meta opuesta: mayores sueldos y mejores condiciones.

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