2 de marzo de 2010

Cuatro ausentes mencionados y un desdoblamiento

Iba a no sé donde acompañando a mi papá. Creo que llegábamos en coche a un lugar donde había edificios de lámina blanca de un piso. Ahí, caminando entre calles polvosas yo sentía el impulso de disculpar a mis papás, de perdonarlos, de decirles que yo estaba bien y me sentía bien conmigo y que no estaba enojado ni traumado, y entonces le explicaba a mi viejo que ni él ni mi mamá tenían la culpa de que yo no hubiera cumplido con sus expectativas, que yo había tomado un camino distinto pero que no me había ido mal, que por favor no se sintieran mal, ni malos padres.

Entonces mi papá me decía que él sabía que por acciones deliberadas de uno de mis mejores amigos yo no había hecho lo que debía con mi vida. Que mi abuela se había metido a husmear en el cuaderno de la analista de mi amigo, y que ahí estaba la confesión de los motivos y medios minuciosamente descritos. Que había sido un plan preconcebido y perfectamente bien ejecutado. Yo me ofendía con mi papá, en primer lugar por no aceptar que yo era responsable de mis actos y decisiones (aunque no de mis circunstancias iniciales), y en segunda por creerle a mi abuela, que en la vida real es de por sí venenosa como pocas, y que por lo visto para mí en el sueño tampoco era de fiar.

Me ponía a reclamarle a mi padre porque no quería recibir mis palabras, se cruzaba de brazos, yo estaba tratando de que me escuchara, sin éxito, y le gritaba, y nada. Entonces aparecía otro yo, un yo que me empujaba y jaloneaba, me golpeaba en los hombros, me trataba de quitar de ahí, de alejar de mi papá, de detener mis reclamos que seguían siendo ignorados. Me llenaba de coraje y quería seguir insistiendo mientras el-otro-yo seguía alejándome por la fuerza.

En eso de una de las casitas se asomaba mi amada compañera, vestida de rosa mexicano, y me llamaba. Yo quería seguir "aclarando" las cosas con mi papá y le decía que un momentito, pero ella insistía y me decía que era urgente; yo volvía a pedirle un instante y ella volvía a decir que era urgente. Entonces iba hacia ella y al llegar a su lado me desperté.

En la vida real me estaba llamando deveras, estaba pidiéndome ayuda para cambiar a la bebé. Lo hice, y le conté mi sueño.

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