- 1. Las externalidades son la regla, no la excepción.
Como explicó E. K. Hunt:
El talón de Aquiles de las economías de bienestar es su tratamiento de las externalidades .... Cuando se hace referencia a las externalidades, uno regularmente toma como ejemplo típico a una fábrica, por la que pasa una corriente de aire, que emite grandes cantidades de óxidos de sulfuro y partículas sólidas que provocan que las probabilidades de enfisema, cancer pulmonar, y otras enfermedades respiratorias sean más altas en los residentes corriente abajo; o a una operación de explotación minera que deja una cicatriz estética irreparable en el paisaje. El hecho es, sin embargo, que la mayor parte de los millones de actos de producción y consumo en los cuales estamos involucrados diariamente conllevan externalidades. En una economía de mercado cualquier acción de un individuo o una empresa que induzca placer o dolor a cualquier otro individuo o empresa constituye una externalidad. Puesto que la mayoría de los actos productivos y de consumo son sociales, e.g. hasta cierto grado invoucran a más de una persona; se sigue que de ellos saldrán externalidades. Nuestros modales en la mesa, la apariencia general de nuestra casa, nuestro patio o nuestra persona, nuestra higiene personal, la ruta que tomamos para un paseo placentero, la hora del día en que cortamos nuestro cesped, o casi cualquiera de los miles de actos cotidianos ordinarios, todos afectan, hasta cierto punto, los placeres o la felicidad de otros. El hecho es que las externalidades son totalmente omnipresentes.
- 2. No hay procedimientos convenientes o confiables en las economías de mercado para estimar la magnitud de las externalidades.
Esto quiere decir que las correcciones acertadas, o aquello que los economistas llaman impuestos "pigouvianos", nombrados así por el economista británico Arthur Pigou (1877-1959), son difíciles de calcular hasta en un mercado aislado. Cualquier esperanza de estimar de manera certera las externalidades en las economías de mercado descansa en la voluntad de los actores para aceptar inspecciones de daños que tienen sesgos y tendencias bien conocidas así como discrepancias que pueden ser explotadas por intereses especiales. Y el hecho de que los estimados que se derivan de la buena disposición para aceptar inspecciones de daños suelen ser cuatro veces mayores que los estimados que se obtienen de la disposición para pagar dichas inspecciones, es poco reconfortante, cuando en teoría, debían ser aproximadamente iguales. Baste decir que este problema es otra arista en el costado de los mercados.
- 3. Debido a que están disparejamente dispersas por toda la matriz industrial, la tarea de corregir las externalidades es aún más desalentadora.
En el mundo real, donde los intereses privados y el poder tienen precedencia sobre la eficiencia económica, los aspirantes a beneficiarios de los certeros impuestos correctivos están normalmente dispersos e impotentes comparados con aquellos que tendrían que pagar dichos impuestos. Esto vuelve improbable que correcciones completas sean promulgadas incluso si pudieran ser acertadamente calculadas.
- 4. Puesto que las preferencias de los consumidores son al menos parcialmente afectadas por la economía --el término técnico para esto es que son "endogenas"-- el grado de mala distribución que resulte de la predecible pobre corrección de las externalidades se incrementará, o se agravará con el tiempo.
Como notamos antes, las personas se ven afectadas por sus condiciones económicas y sus actividades y aprenderán a ajustar sus preferencias a los sesgos creados por los efectos externos en el sistema de precios del mercado. Los consumidores incrementarán sus preferencias y demandas de bienes cuya producción y/o consumo conlleve efectos externos negativos pero cuyos precios mercantiles no logren reflejar tales costos y sean por lo tanto demasiado bajos; y disminuirán sus preferencias y demandas de bienes cuya producción y/o consumo conlleve efectos externos positivos pero cuyos precios mercantiles no logren reflejar estos beneficios y se muestren por lo tanto demasiado altos. En resumen, nos ajustamos para beneficianrnos de lo que vemos como gangas sistemáticas y para evitar lo que vemos como estafas sistemáticas. Mientras que estos ajustes son racionales individualmente para tomar ventaja de las tendencias del mercado, es socialmente irracional e ineficiente puesto que conduce a una mayor demanda de los bienes que el mercado sobreproduce de por sí erroneamente, y disminuye la demanda de bienes que el mercado subproduce. Es más, debido a que los efectos de este fenómeno son acumulables y auto-impuestos, al paso del tiempo el grado de ineficiencia en la economía crecerá.
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