Eficiencia
Incrementar el valor de los bienes y servicios producidos y disminuir las incomodidades de lo que tenemos que hacer para obtenerlos son dos vías con las que los productores pueden incrementar las ganancias en una economía de mercado. Las presiones competitivas llevan a los productores ha usar ambas, una situación que algunas veces es desable, como, por ejemplo, cuando conducen a innovaciones en los métodos de producción. Pero el maniobrar para apropiarse de una mayor porción de los bienes y servicios producidos externalizando costos como la contaminación es generalmente indeseable, y las presiones competitivas de los mercados empujan a los productores a transitar esta ruta hacia una mayor rentabilidad tan asiduamente como cualquier otra. El problema es que, mientras que la primer conducta frecuentemente sirve para el interés social tanto como para el interés privado de los productores, el segundo tipo de conducta no lo hace. Cuando los compradores o los vendedores promueven sus intereses privados evitando responsabilidades por los costos de sus acciones y pasándoselas a aquellos que no son parte del intercambio mercantil, como al generar polución y no limpiarla, sus conductas ponen en práctica una mala distribución de recursos productivos y una consecuente disminución en el valor global de los bienes y servicios producidos.
El lado positivo de los incentivos del mercado ha recibido gran atención y admiración, empezando con Adam Smith quien usó la frase "mano invisible" para caracterizarlo. Quería decir, por supuesto, que las presiones competitivas en pos del lucro inducen muchas elecciones que incrementan la eficiencia, tales como usar tecnologías más productivas y llevar a los actores hacia buscar opciones más productivas y menos costosas. El lado oscuro de los incentivos del mercado ha sido desatendido y desestimado. Dos excepciones modernas son Ralph d'Arge y E.K. Hunt, quienes acuñaron el menos famoso pero igualmente apropiado concepto "pie invisible" para describir la conducta socialmente cotraproducente que los mercados también promueven de endosarle los costos a otros.
Los defensores de los mercados pocas veces preguntan: ¿Donde tienen las empresas más probabilidades de encontrar oportunidades más fáciles para expandir sus ganancias? ¿Qué tan fácil es incrementar el tamaño o la calidad del pastel económico y por lo tanto acumular más? ¿Qué tan fácil es reducir el tiempo o las incomodidades que se necesitan para hornear el pastel, y así acumular más? Alternativamente, ¿qué tan fácil es agrandar la propia rebanada del pastel externalizando un costo o apropiándose de un beneficio sin pagarlo, incluso si el tamaño o calidad globales del pastel declinan como resultado? ¿Porqué deberíamos asumir que es infinitamente más fácil expandir las propias ganancias a través de una conducta socialmente productiva que incrementa el tamaño del pastel, que por medio de conductas improductivas o incluso contraproducentes socialmente que de hecho reducen el tamaño del pastel? Y sin embargo esta asunción implícita subyace debajo del punto de vista de que los mercados son máquinas eficientes.
Los defensores del mercado no alcanzan a notar que la misma característica de los intercambios mercantiles responsable de hacer que los negocios sean fáciles de emprender --la exlusión de todas las partes afectadas de la transacción excepto por dos-- es también una fuente importante de ganancias potenciales para el comprador y el vendedor. Cuando los compradores y vendedores de autos logran su trato mutuamente conveniente, el tamaño del beneficio que obtienen y dividen entre ellos es enormemente agrandado externalizando hacia otros los costos de la lluvia ácida generada por la producción de coches, igualmente que los costos del smog urbano, la contaminación por ruido, las congestiones de tránsito, y las emisiones de gases de efecto invernadero causadas por el consumo de automóbiles. Aquellos que pagan estos costos y por lo tanto agrandan los lucros del fabricante y los beneficios del consumidor de coches son blancos fáciles para los que venden y consumen autos por estar geográfica y cronológicamente dispersos y porque la magnitud del efecto de cada transacción específica sobre cada uno de ellos es pequeño y varía ampliamente de persona a persona. Individualmente el grueso de las personas que son afectadas por separado tienen cada cual pocos incentivos para insistir en ser parte de la tansacción. Colectivamente se enfrentan a obstáculos formidables para conformar una coalición voluntaria para representar efectivamente a un gran número de personas, donde cada uno tiene poco y en distintas cantidades en juego. Tampoco se resuelve el problema otorgando a las víctimas de los efectos externos un derecho para no ser victimizados sin su consentimiento. Es más, hacer que los mercados fueran perfectamente competitivos o hacer que el costo de entrada al mercado fuera cero (incluso si cualquiera de las opciones fuera realístamente posible) no eliminaría la oportunidad para este tipo de conducta busca-rentas.
Es decir, incluso si hubiera incontables compradores y vendedores perfectamente informados en cualquier mercado, incluso si la aparición de las más leves diferencias en beneficios promedio en las distintas industrias, induciera instantáneamente entradas y salidas auto-correctivas de empresas al mercado, e incluso si cada participante en la economía fuera igualmente poderoso y por lo tanto igualmente impotente --esto es, incluso si adoptáramos completamente las fantasías absolutamente irrealistas de los entusiastas del mercado-- mientras hubiera numerosos bandos externos con intereses pequeños pero desiguales en las transacciones mercantiles, dichos bandos externos enfrentarían obstáculos mucho mayores para una representación completa y efectiva de sus intereses colectivos que aquellos enfrentados por el comprador y el vendedor de un intercambio. Y esta desigualdad inevitable en su habilidad para representar sus propios intereses es la que hace que los bandos externos sean presa fácil para la conducta busca-rentas por parte de compradores y vendedores.
12 de marzo de 2010
Parecon - Parte 1 (39 de 48)
Etiquetas: estrategia - Publicó persona.vitrea a las 09:00
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