El domingo después de ir al mercado me compré un boleto de melate, quince pesotes por una oportunidad micro-minúscula-ínfima-infinitesimal-seminula de hacerme de un premio con el que mi inseguridad cambiaría de lado: en lugar de angustiarme por no tener con qué completar el gasto del mes y sentir que tengo que quebrarme la cabeza y el lomo para ofrecerle a Loana un futuro, una escuela, una buena vida (o al menos tan buena como la que yo he tenido hasta ahora); angustiarme por todos los rateros, secuestradores, estafadores, traidores, y demás felones que seguramente estarían al acecho buscando activamente la oportunidad de arrebatarme el botín recién ganado con el sudor de mi suerte.
Por supuesto que en el instante de comprar el boleto no pensé de ese modo. No. Inmediatamente me puse a imaginar masturbatoriamente mi reacción al enterarme de mi excelente suerte, el porcentaje de millones cambiados a oro y a otras divisas porque ps estamos en México ¿no?, los millones entregados a mis papás y a mis suegros para que estuvieran holgados materialmente y emocionalmente tranquilos, la casa con jardín y alberca en Cocoyoc, la casa del defe con cava en un gran sótano y una enorme pileta para que nunca me faltara agua (una biblioteca y un scriptorium, sin falta), el viaje junto con mi musa y mi infanta por toda Europa en hoteles de lujo, con una duración de por lo menos seis meses, la división del botín y el modo de invertir el resto para que no fuera a acabárseme.
Cuando imaginaba cómo discutiría con algunos excelentes hombres de negocios que conozco sobre el capital que podía invertir con ellos y los términos en que podríamos usarlo, llegué a casa, le conté a mi compañera del boleto, le conté de mi masturbación mental, y ella participó alegremente un rato, me dijo qué haría con su mitad (por supuesto, era parte del juego mental, no iba a dejarla fuera), y nos divertimos mucho imaginando las caras de nuestros respectivos patrones al cambiar completamente el status quo, etc.
Ese es el verdadero alcance de la lotería, por quince pesos, puesto que se trata de "una posibilidad concreta", puede darse uno el lujo de desvariar y pensar qué es lo que haría si la suerte le sonriera. Ya en la noche, cerca de las doce entré a la página web de Pronósticos para la asistencia pública para ver si había ganado algo. Terminó el juego. Una sonrisa melancólica por todos esos ya perdidos sueños güajiros de la mañana se pintó en mi rostro, y el cansancio de la semana a punto de empezar se dejó sentir sobre mis hombros.
1 comentario:
Me late cómo expresas esa clase de miserias humanas, en este caso, la miseria del iluso, que todos padecemos de vez en cuando.
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