En esta momento estoy leyendo de los ensayistas del exilio español, esto es, escritores españoles que durante la guerra civil o una vez que llegó Franco al poder tuvieron que salir por patas de su padre matrio debido a que permanecer allá constituía un considerable riesgo para su integridad física, y en la mayoría de los casos vinieron a parar a américa latina, pero sobre todo a México, porque más al sur había toda clase de guerras civiles y golpes de estado (eventos que también produjeron sus exiliados refugiados en México) mientras que aquí, existía cierta estabilidad aparente, y los intelectuales extranjeros podían encontrar empleo en la prensa o la academia y tener una vida más o menos digna. Los primeros escritores que leí se deshacen en elogios y exploraciones de las tierras, la gente y los acentos que los recibieron a su llegada. Pareciera que cuando huyeron dejaron atrás también su militancia política, si es que alguna vez la tuvieron, porque no rechazan a Franco ni sus métodos, no denuncian ni mencionan a sus muertos o desaparecidos, etc. Como que dan por concluida la lucha, y se dedican a mirar hacia el frente. Al menos así me parece en cuanto a los primeros cinco ensayistas.
Por otro lado, como en mi selección de lecturas ponen fechas de nacimiento y muerte de la mayoría de los escritores, noto que los que practican este bello oficio de las letras suelen ser longevos, el que menos vivió de los ensayistas del exilio fue Pedro Salinas con sesenta años. En el capítulo sobre la generación escindida hay muchos autores que no tienen fecha de muerte a pesar de haber nacido en los primeros años del siglo XX, pero eso es por un error: la primera edición de mi libro de texto universitario se hizo en 1997 y aunque hubo reimpresiones en 2007, 8 y 9, no le hicieron correcciones. De ese modo tenemos a un Pedro Laín Entralgo vivo, de 102 años (en realidad falleció a los 93 en el 2001), a un José Ferrater Mora con actualmente 98 años de edad (pero en realidad murió a los 79 en 1991, lo que hace aún más flagrante el error de mi selección universitaria de lecturas), y a un Julián Marías de 96 años (cuando en realidad murió en el 2005 a los 91). Como sea, excepto un par que vivieron tan sólo al rededor de sesenta años, gran parte de los escritores del siglo pasado citados en mi libro fueron por lo menos octogenarios. ¿Será que el oficio de escritor fomenta la longevidad? "Llegue a viejo, escriba."
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